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La persistente burbuja del tema haitiano en República Dominicana

Publicado en Editorial, hace 7 meses

En la República Dominicana, el tema haitiano no es simplemente una cuestión de política exterior o migratoria; es una burbuja omnipresente en el discurso público, inflada y desinflada cíclicamente según las conveniencias del momento. Esta burbuja, lejos de ser un mero fenómeno mediático, refleja profundas corrientes históricas, sociales y económicas que merecen un análisis sereno y despojado de sensacionalismos.

La relación entre Haití y la República Dominicana es intrínsecamente compleja. Compartimos una isla, una historia de conflictos y coexistencia, y una interdependencia económica que a menudo se ignora en la retórica acalorada. Sin embargo, en lugar de abordar esta complejidad con soluciones pragmáticas y de largo alcance, se opta con frecuencia por la explotación política del tema.

Cada vez que surgen tensiones sociales, económicas o electorales en la República Dominicana, la “crisis haitiana” es convenientemente reactivada. Se intensifican los operativos migratorios, se endurece el discurso nacionalista y se aviva el miedo a una supuesta “invasión” o “fusión” de las dos naciones. Esto desvía la atención de problemas internos, como la corrupción, la desigualdad social o la falta de oportunidades, y cohesiona a ciertos sectores de la población en torno a una bandera de defensa nacional.

El problema de esta burbuja es que impide un debate racional y constructivo. Cuando el tema haitiano se convierte en un arma arrojadiza política, se cierra la puerta a la búsqueda de soluciones sostenibles y humanitarias. Se ignoran las causas profundas de la migración, las contribuciones de la mano de obra haitiana a la economía dominicana y la necesidad de establecer políticas migratorias claras, justas y eficientes.

Además, esta dinámica de burbuja perpetúa estereotipos negativos y fomenta la xenofobia. La constante demonización del vecino empobrece el tejido social dominicano y nos aleja de los valores de solidaridad y respeto que deberíamos cultivar como nación. No se puede construir una sociedad próspera y justa sobre la base del miedo y la exclusión.

Es hora de pinchar esta burbuja de una vez por todas, pero no con hostilidad, sino con la aguja de la razón y la responsabilidad. Necesitamos líderes que se atrevan a abordar el tema haitiano con visión de Estado, promoviendo el diálogo bilateral, fortaleciendo las instituciones migratorias y educando a la población sobre la verdadera naturaleza de nuestra relación con Haití.

La República Dominicana tiene la capacidad y la madurez para enfrentar este desafío de manera integral. El desarrollo sostenible de nuestra nación no puede depender de la constante reactivación de un conflicto imaginario con nuestro vecino. Es el momento de trascender la retórica divisoria y construir un futuro donde la convivencia pacífica y el respeto mutuo sean los pilares de nuestra relación insular.

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