
Publicado en Editorial, hace 2 horas
El año 2025 se despide dejando una huella profunda y dolorosa en el corazón de la República Dominicana. No es un secreto para nadie que estos doce meses han estado marcados por una sucesión de tragedias que nos han obligado a detenernos, a llorar a los que se fueron y a cuestionar nuestra vulnerabilidad.
Sin embargo, en medio del luto y la incertidumbre, también fuimos testigos de lo más noble de nuestra identidad: la solidaridad inquebrantable del dominicano. Cuando la desgracia tocó la puerta, siempre hubo una mano extendida. Esa misma fuerza es la que hoy nos permite levantar la mirada hacia el horizonte.
El cierre de este ciclo no debe ser solo un recuento de pérdidas, sino el punto de partida para una reconstrucción consciente. El 2026 se presenta no solo como una cifra nueva en el calendario, sino como una oportunidad de redención y aprendizaje.
Esperamos un año donde la prevención sea nuestra mejor herramienta frente a la naturaleza, la paz social prevalezca sobre el conflicto y la esperanza se traduzca en acciones concretas para fortalecer nuestras comunidades.
Despedimos el 2025 con respeto por el dolor vivido, pero recibimos el 2026 con la determinación de quien sabe que, tras la tormenta, el sol dominicano siempre vuelve a brillar con más fuerza. Que el nuevo año sea el bálsamo que nuestra nación merece.