Publicado en Editorial, hace 2 horas
Barahona, joya de la costa Sur, se desvanece lentamente bajo el peso de una gestión ambiental negligente que clama al cielo. La provincia, bendecida con la Sierra de Bahoruco y el litoral de la Bahía de Neyba, se ha convertido en un sombrío ejemplo de cómo la inacción y la permisividad institucional condenan un patrimonio natural irremplazable.
La evidencia es contundente y visible para todos. El manejo de los residuos sólidos es una tragedia que golpea directamente a la bahía. El vertedero a escasos metros de la costa no es solo una vergüenza, sino un foco de contaminación donde los lixiviados escurren sin control, asfixiando la vida marina y minando el potencial turístico. Esta es una falla de gestión municipal y de la supervisión de Medio Ambiente, que no ha garantizado una solución integral, sostenible y con enfoque ecosistémico.
A esto se suma la alarmante erosión y deforestación en la Sierra de Bahoruco. La práctica de “tumba y quema” para la agricultura y la producción de carbón vegetal, combinada con la minería descontrolada (tanto de agregados como las preocupaciones sobre la extracción de carbonato cálcico), ha dejado laderas vulnerables y suelos desprotegidos. El resultado es un aumento en los deslizamientos e inundaciones que amenazan vidas y comunidades, un ciclo vicioso exacerbado por el cambio climático.
La contaminación histórica por el polvillo de yeso en el puerto y las nuevas amenazas de extracción minera son síntomas de una política que prioriza el beneficio económico a corto plazo sobre la salud pública y el equilibrio ecológico. La contaminación del litoral costero por aguas residuales sin tratamiento y la mala calidad del agua que ha provocado mortandad de peces completan un panorama desolador.
Es hora de exigir a las autoridades competentes, desde el Ministerio de Medio Ambiente hasta los gobiernos locales, que asuman su responsabilidad. Barahona no necesita más estudios ni diagnósticos, sino acciones firmes, fiscalización implacable y el cierre definitivo de los focos de contaminación. La inercia es complicidad. La protección de Barahona es una urgencia vital que no admite más demoras.