
Publicado en Todo Incluido, hace 48 segundos
Después de la creación del mundo, de acuerdo a los textos bíblicos, los
grandes debates de la especie centraban entre el bien y el mal, la verdad y
la mentira, el amor y el odio, la inocencia y la culpa, la justicia y la
injusticia.
En pleno siglo XXI, con los avances de la ciencia y el
inimaginable despertar y desarrollo de la tecnología, los conocimientos del
hombre y la estrechez de la distancia, seguimos montados en ese carro sin
ruedas.
En el caso de República Dominicana, “país escogido por Dios para concluir
la construcción del mundo”, el paraíso sigue estancado en ese mismo
dilema, porque los mentirosos, los injustos, traidores, blasfemos, enemigos,
detractores y dañinos eternos, siguen apostando contra la dominicanidad, la
paz interna, los valores morales y éticos, la fortaleza de la fe , los principios
cristianos y el amor a la patria.
Primero, un exembajador defensor y protector de la agenda LGBT, que
casa a una pareja del mismo sexo en Santiago sin consecuencias. Segundo,
un Tribunal Constitucional, instancia única, que retira las sanciones a
militares y policías por prácticas homosexuales internas.
Tercero, miembros cuerpos castrenses y policías sumidos hasta los ojos en
la corrupción, narcotráfico y trata de personas. Cuarto, empresarios que
prefieren que desaparezca el país en defensa de sus intereses llenado el
territorio de haitianos alegando falta de obra de mano, propiciando una
ocupación acelerada del país.
A estos males se suman los miles de millones que el Estado invierte
repatriando indocumentados que luego entran como si nada, haciendo con
sus pagos por coima, más ricos a militares, empresarios y políticos.
Instituciones como el Consejo Estatal del Azúcar (CEA), que despoja a los
más pobres de sus predios adquiridos para favorecer a clientes y mafiosos,
a partir de una estructura de engaño que nadie rompe en esa institución.
Finalmente una justicia que solo persigue con fuerza a los menesterosos y
condena más fácil a un inocente que a un culpable, en denegación
medalaganaria al principio de la presunción de inocencia.
¿Será que Dios debe revisar sus planos y reconstruir el país? Esperemos que así sea,
porque del dicho al hecho, es grande el trecho.