
Publicado en Uncategorized, hace 3 horas
Nelson Morel
Históricamente, los políticos dominicanos han perfeccionado el arte de vendernos mentiras disfrazadas de verdad. A través de discursos cuidadosamente elaborados, promesas vacías y gestos simbólicos, logran que la población perciba como ciertas realidades que muchas veces nunca se materializan.
El fenómeno no es exclusivo de un partido político; atraviesa décadas y se ha convertido en una estrategia casi sistemática. Los ciudadanos, muchas veces esperanzados y confiados, se ven atrapados en una narrativa que apela a sus emociones, más que a hechos concretos.
El arte de la mentira política radica en la capacidad de construir mensajes creíbles. Palabras que suenan sensatas, cifras presentadas de manera engañosa y la teatralidad del político que promete cambios significativos generan la ilusión de transparencia y compromiso. Sin embargo, detrás de esta apariencia, la realidad puede ser muy distinta.
Este patrón no solo erosiona la confianza de la ciudadanía en sus líderes, sino que también limita la capacidad de exigir responsabilidad y rendición de cuentas.
Comprender que la política no siempre refleja la verdad es el primer paso para desarrollar un pensamiento crítico que nos permita cuestionar y analizar, en lugar de aceptar lo que nos dicen como incuestionable.
En conclusión, reconocer el arte de hablar mentiras disfrazadas de verdad no es solo un ejercicio intelectual: es una necesidad para fortalecer la democracia y para que los ciudadanos puedan ejercer un juicio más informado y consciente sobre quienes los representan.