
Publicado en Todo Incluido, hace 3 horas
Una fiesta es más que música y comida: es el ritual de la convivencia, el espacio donde los afectos se celebran y las diferencias se suspenden, para conmemorar un acontecimiento especial, compartir alegría o simplemente disfrutar en compañía de familiares, amigos y otras personas. Suele incluir música, comida, bebida, baile, y un ambiente de sociabilidad.
En República Dominicana, cada cuatro años celebramos una fiesta cívica: la elección del presidente del club llamado República Dominicana. Los socios con sus cuotas al día —la cédula en mano— eligen quién dirigirá la junta directiva por los próximos cuatro años. Este año, los socios decidieron continuar con el mismo anfitrión.
El presidente fue juramentado el 16 de agosto, nombró a los demás miembros de la directiva. Como dicta la costumbre, se celebró con misas, discursos y sancocho. Pero no todos los miembros del club llegaron a tiempo. Algunos recibieron la invitación tarde. Otros, ni siquiera fueron tomados en cuenta. Y como suele ocurrir en las fiestas donde hay resentidos, alguien decidió echarle jabón al salcocho.
Varios dirigentes del PRM han manifestado su disgusto por haber sido excluidos de cargos relevantes en el gobierno, lo que ha provocado tensiones internas y críticas a la gestión de Luis Abinader. La incompatibilidad entre funciones públicas y aspiraciones políticas, sumada a la falta de nombramientos en territorios clave, ha generado un clima de frustración entre líderes de base.
A esto se suma el cuestionamiento de algunos funcionarios por sus indelicadezas administrativa en el manejo de los fondos públicos; además, una crisis latente dentro de la propia corriente oficialista, donde ya se perfila una lucha anticipada por la precandidatura presidencial rumbo a las elecciones de 2028, lucha esta que, podría decretar otra división más.
Siempre se ha dicho que, cuando quieres terminar la fiesta temprano, sirven la comida. Los comensales con el estómago llenos, les da sueño y comienzan a marcharse; pero cuando alguien disgustado porque no fue invitado, le echa jabón al sancocho, los invitados no solamente se van por sueño, sino que, además, critican al anfitrión por la mala calidad de lo servido. ¡Eso! Es lo que está pasando en la presidencia de Luis Abinader: les están dañando la fiesta.
No fue un sabotaje externo. Fue un gesto interno. Un acto de descontento disfrazado de torpeza. El jabón no solo arruina el sabor: convierte la celebración en sospecha. Los comensales no se marchan por saciedad, sino por decepción. Critican al anfitrión, dudan de la receta, y se preguntan si el club sigue siendo suyo.
Eso está ocurriendo en el PRM. No son los adversarios quienes están dañando la fiesta. Son los miembros que, por omisión o desdén, fueron excluidos del convite. Y ahora, en vez de bailar, murmuran. En vez de brindar, cuestionan. El salcocho, que debía unir, se ha vuelto amargo. Las tensiones dentro del PRM revelan que los conflictos más difíciles de resolver no vienen de la oposición, sino del propio fogón del poder.