
Publicado en Editorial, hace 1 hora
La seguridad ciudadana sigue siendo el tema que mantiene en vilo a la República Dominicana. Si bien las cifras oficiales de homicidios reportan una tendencia a la baja en la tasa por cada 100 mil habitantes, este descenso, aplaudible y resultado de esfuerzos gubernamentales, no se traduce automáticamente en la percepción de tranquilidad que exige la ciudadanía.
La violencia es un monstruo de muchas cabezas. Las estadísticas de la Policía Nacional indican que el conflicto social y la delincuencia son las principales clasificaciones detrás de los crímenes, señalando una problemática compleja que va más allá de la simple “mano dura”. A esto se suma la alarmante cifra de violencia en el hogar y contra la niñez y las adolescentes, una “carga invisible” de agresiones físicas y psicológicas que mina el futuro del país.
El desafío para las autoridades no es solo mantener a raya las cifras de criminalidad, sino atacar las raíces profundas: la inefectividad de las políticas sociales, el impacto de factores socioeconómicos, el alcohol y las drogas.
La lucha contra la violencia en el país caribeño debe ser integral y sostenida. Requiere de un compromiso ciudadano con la cultura de paz, la prevención en el hogar y la escuela, y una firmeza institucional para reformar y dotar de recursos a la Policía Nacional y al sistema de justicia. Solo así, con la reducción de las cifras y el fortalecimiento del tejido social, se podrá pasar de la mera gestión de la crisis a la verdadera construcción de una sociedad segura y próspera.