
Publicado en Deportes, hace 1 hora
Santo Domingo.- El béisbol invernal dominicano arrastra desde hace varios años una asignatura pendiente que se repite noche tras noche en los estadios del país: la mala defensa.
Más allá del bateo oportuno o del protagonismo del pitcheo, el volumen de errores cometidos por partido se ha convertido en un factor determinante en el desarrollo de los encuentros y en la percepción del juego que recibe el fanático.
Los números lo confirman. Desde la temporada 2020-21, marcada por la pandemia, el promedio de errores por equipo por juego en la LIDOM no ha bajado de una pifia completa, salvo en ese primer año atípico.
En 2020 el registro fue de 0.79, pero a partir de ahí la cifra dio un salto sostenido: 1.08 en 2021, 1.03 en 2022, 1.14 en 2023, 1.03 en 2024 y 1.06 en lo que va de la campaña 2025-26, sin incluir la jornada del miércoles.
Este comportamiento contrasta de manera clara con el béisbol de Grandes Ligas. En MLB, el promedio de errores por equipo por juego en ese mismo período ha oscilado entre 0.50 y 0.58, es decir, prácticamente la mitad de lo que se observa en la pelota dominicana.
Traducido a un partido completo, mientras un juego de MLB ronda un error por noche, en la LIDOM es habitual ver dos o más pifias influyendo directamente en el marcador.
La diferencia no es menor. En un torneo corto como el dominicano, cada out regalado pesa: altera planes de pitcheo, extiende entradas y modifica estrategias. Carreras que no deberían anotarse terminan en el tablero y los partidos se deciden más por fallas defensivas que por ejecución ofensiva.
La temporada 2025-26 no ha sido la excepción. Al arranque de la jornada del miércoles en la noche, las Águilas Cibaeñas lideran la liga en errores, con 51 pifias en apenas 43 partidos, para un promedio superior a 1.18 por juego, mientras que los Toros del Este han sido el equipo más limpio, con 40 errores en 44 encuentros, cerca de 0.91 por choque.
Más allá de las tablas de posiciones, el impacto es estético y estructural. El fanático paga por ver buenas ejecuciones, ritmo y calidad.
Un juego interrumpido por errores rutinarios, tiros desviados o fildeos fallidos pierde fluidez y afecta la percepción del aficionado sobre el espectáculo, especialmente en una liga que sirve de vitrina internacional y de plataforma de desarrollo para jóvenes talentos.
Las causas pueden ser múltiples, pero los números dejan claro que el problema es sistémico y no aislado.
La mejora del juego defensivo debe convertirse en una prioridad. Menos errores no solo significan mejores partidos, sino también un espectáculo más justo, más limpio y más atractivo para el aficionado que llena los estadios y consume el torneo noche tras noche.