Publicado en Todo Incluido, hace 2 horas
Luis Castillo
Entre enero y agosto de 2025, los dominicanos en el exterior enviaron US$7,921 millones, más que cualquier otro sector productivo.
El Banco Central informó que en los primeros ocho meses de este año las remesas alcanzaron US$7,921 millones, un crecimiento de 11.4 % respecto al 2024. Solo en agosto entraron US$1,046 millones, la tercera ocasión en lo que va de 2025 que se supera la barrera de los mil millones de dólares.
Estos recursos, enviados por la diáspora dominicana, son el verdadero motor que sostiene a la economía: alimentan las reservas internacionales, estabilizan el tipo de cambio y mantienen a millones de familias. Sin esas remesas, la crisis social sería insostenible.
Pero mientras los dólares llegan, el Estado continúa indiferente. La diáspora no tiene seguridad social en su país, carece de representación política efectiva y recibe apenas discursos superficiales de agradecimiento.
La contradicción es evidente:
El gobierno presume cifras que no produce.
Los dominicanos en el exterior trabajan en oficios duros y mal pagados, pero envían miles de millones.
Y a cambio, no obtienen beneficios ni reconocimiento real.
La República Dominicana no vive del turismo ni de la minería. Vive de su diáspora. Y mientras no se traduzca ese aporte en políticas públicas concretas, se seguirá cometiendo una injusticia histórica contra quienes, desde fuera, sostienen la nación.
La diáspora no es una estadística. Es la salvación de la economía.