Publicado en Editorial, hace 7 horas
La Laguna de Cabral, conocida también como El Rincón, se muere. La alarmante disminución de sus aguas no es un suceso repentino, sino el resultado de décadas de indiferencia y de prácticas insostenibles. Este cuerpo de agua, vital para el ecosistema y la economía de la provincia de Barahona, enfrenta una agonía silenciosa que clama por nuestra atención.
Las causas de esta tragedia ambiental son multifactoriales. La deforestación incontrolada en las cuencas altas de los ríos que la alimentan, la extracción excesiva de agua para la agricultura y el cultivo de la caña, el desvío de sus afluentes y la contaminación por residuos sólidos han creado una tormenta perfecta que está secando la laguna. La falta de un plan de manejo efectivo y de una supervisión rigurosa ha permitido que estas acciones destructivas se perpetúen.
La desaparición de la Laguna de Cabral no solo representa una pérdida ecológica inmensa, sino también una catástrofe social y económica. Miles de pescadores y agricultores dependen directamente de ella para su sustento. Su secado podría provocar un éxodo rural, la pérdida de empleos y el aumento de la pobreza en la región. Además, la pérdida de biodiversidad es incalculable: especies endémicas de aves y peces que habitan en la laguna corren el riesgo de desaparecer para siempre.
Es hora de pasar de la lamentación a la acción. Las autoridades, las comunidades locales y la sociedad civil deben unirse para implementar medidas urgentes y sostenibles. Es fundamental reforestar las cuencas, regular y supervisar la extracción de agua, y prohibir el desvío de sus afluentes. La educación ambiental es clave para generar conciencia sobre la importancia de la laguna y el impacto de nuestras acciones. No podemos permitir que este tesoro natural desaparezca ante nuestros ojos. Salvar la Laguna de Cabral es una responsabilidad compartida, y el tiempo se nos agota.