Tasas de Cambio

CompraVenta

RD$ 62.20RD$ 64. 80

RD$ 72.80RD$ 77. 20

Combustibles

Precio

RD$ 239.10

RD$ 273.50

RD$ 291.60

RD$ 132.60

La lucha social como rermómetro de la democracia

Publicado en Editorial, hace 2 horas

La lucha social, manifestada en protestas, movilizaciones, paros o la simple organización comunitaria, no es un mero disturbio del orden; es, en esencia, un mecanismo fundamental de presión y un termómetro vital de la salud democrática de una nación.

En los sistemas democráticos, el gobierno, aunque electo, no opera en un vacío. Sus políticas y decisiones deben reflejar las necesidades y aspiraciones de la ciudadanía. Cuando existe una desconexión palpable entre el poder central y el sentir popular, la protesta emerge como la herramienta más directa y a menudo más efectiva para restablecer el equilibrio.

El verdadero impacto de la lucha social radica en su capacidad de visibilizar y amplificar demandas que, de otra forma, podrían ser ignoradas o minimizadas en los pasillos del poder. Un solo ciudadano puede ser desoído, pero miles en las calles o articulados en plataformas cívicas se convierten en una fuerza que ningún gobierno puede permitirse ignorar por completo.

La presión sostenida obliga a los líderes a reaccionar. Una manifestación masiva o un paro nacional no solo capta la atención de los medios, sino que consume el capital político del gobierno, forzándolo a negociar, a rectificar políticas impopulares o a acelerar reformas prometidas.

Actúa como un check and balance extralegislativo. Donde los mecanismos formales de control (oposición parlamentaria, sistema judicial) pueden fallar o ser cooptados, la sociedad civil organizada se erige como el último bastión de contrapeso.

El nivel de apoyo o rechazo a una medida gubernamental, evidenciado en la calle, puede legitimar o deslegitimar profundamente la gestión de un presidente o un ministro.

No obstante, esta herramienta no está exenta de desafíos. La lucha social, si no está bien canalizada, puede caer en la polarización extrema o en la violencia, lo que desvía el foco de la demanda central y otorga al gobierno la excusa perfecta para reprimir o descalificar el movimiento. El gran reto para los líderes sociales es mantener la ética y la claridad del mensaje, maximizando la presión sin cruzar la línea de la autodestrucción del movimiento.

Para el gobierno, la protesta no debe verse como una amenaza a la autoridad, sino como información valiosa y urgente sobre fallas en la implementación de políticas o en la representatividad. La respuesta ideal no es la represión, sino el diálogo genuino y la voluntad de cesión cuando la evidencia popular lo exige.

En conclusión, la lucha social es una presión inherente y necesaria en toda sociedad que se precie de ser libre. Es la demostración práctica de que la soberanía reside en el pueblo. Es la garantía de que el poder, si bien se delega, no es absoluto y debe rendir cuentas constantemente. Silenciar la protesta es silenciar la democracia.

NUESTRAS EMISORAS