
Publicado en Editorial, hace 3 horas
La inminente visita del presidente Luis Abinader a la provincia de Barahona para evaluar los daños dejados por la tormenta Melisa es, en esencia, un ritual político que se repite cada vez que la naturaleza azota con fuerza esta región del suroeste dominicano.
Si bien la presencia del mandatario es un gesto necesario de solidaridad y compromiso gubernamental, la repetición constante de este escenario, sumada a la recurrente necesidad de evaluación tras cada evento, nos obliga a preguntarnos: ¿es esto progreso o solo la gestión de la emergencia cíclica?
Es innegable que la visita presidencial sirve para canalizar recursos, inspeccionar de primera mano la destrucción y, crucialmente, elevar la moral de una población que se siente, a menudo, olvidada en los periodos de calma. Las palabras que se pronuncien en Barahona serán un llamado a la acción. Se anunciarán planes de reconstrucción, se prometerá apoyo a los agricultores y se reasfaltarán las carreteras. Esta es la fase post-desastre esperada.
Sin embargo, el matiz de “más de lo mismo” radica en la cronología de los hechos. Cada tormenta o huracán revela las vulnerabilidades estructurales de Barahona y de gran parte del país: sistemas de drenaje insuficientes, construcciones en zonas de alto riesgo y una gestión territorial que parece ceder ante el avance del desarrollo informal.
La visita presidencial, por muy bienintencionada, es una respuesta tardía a una vulnerabilidad preexistente. Si cada año o cada pocos años la provincia recibe al presidente para hacer el mismo inventario de daños, ¿no indica esto una falla en la inversión preventiva? El verdadero progreso no se mide solo en la velocidad de la reconstrucción, sino en la reducción progresiva del impacto de los fenómenos naturales futuros.
El reto para el gobierno del presidente Abinader, una vez que se enfríen los titulares de la visita y la ayuda inmediata, es trascender el ciclo de la emergencia. La población de Barahona necesita, más allá de los sacos de comida y los techos temporales, un plan maestro de resiliencia.
La visita a Barahona debe ser el punto de inflexión para demostrar que esta vez no será “más de lo mismo”. El país observa si el compromiso tras la tormenta se traduce en la transformación estructural que haga de Barahona una provincia más fuerte y menos dependiente de la respuesta reactiva del gobierno central. De lo contrario, la próxima tormenta encontrará la misma vulnerabilidad y el mismo guion.