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Más promovidos y menos aprendizaje, los resultados de las pruebas nacionales en 25 años

Publicado en Nacionales, hace 2 horas

Santo Domingo .-        El porcentaje de estudiantes que logra ser promovido en la primera convocatoria de las pruebas nacionales aumentó desde el año 2000, al tiempo que las calificaciones que obtienen en los exámenes de las cuatro asignaturas evaluadas se mantienen estancadas o han disminuido en los últimos 25 años.

La cantidad de bachilleres de la modalidad académica (egresados de secundaria de liceos regulares) que aprobó todas sus materias saltó del 31.31 % en el 2001 al 73 % en el 2025, según estadísticas oficiales.

Esta mejoría se manifiesta a nivel global, pues la proporción de alumnos de todos los niveles que superó todas sus asignaturas en el primer intento subió del 58.9 % en 2001 al 79.7 % en 2025.

En contraste, la nota promedio en matemática que obtuvieron los escolares de media general en el 2000 fue de 56 puntos, casi igual a los 57 puntos que lograron en el 2024. En la categoría técnico profesional (egresados de politécnicos) llegó a los 60 puntos.

En Lengua Española hubo un descenso desde los 71 puntos que promediaron en el 2000 los bachilleres regulares a los 56 puntos del 2024.

Esos datos resumen el resultado global de las pruebas nacionales después de 25 años: los estudiantes promueven más, pero no aprenden más.

La única forma de explicar el aumento de promociones con exámenes que se siguen reprobando es subiendo las notas que les fijan las escuelas, las cuales aportan el 70 %, mientras la prueba nacional suma el 30 %.

“A veces el profesor que sabe que no es bueno y que está en peligro y que lo pueden expulsar del sistema ayuda al muchacho en la nota”, revela Jacqueline Malagón, exsecretaria de Educación y creadora de las pruebas nacionales en el año 1992.

Lo anterior plantea la interrogante de si los estándares de los centros de educación han bajado, pues califican mejor a alumnos que, en cambio, demuestran haber aprendido lo mismo o menos.

A su vez, la promoción del estudiante a pesar de sus deficiencias académicas, reaviva el debate sobre la sensatez de mantener este costoso programa de evaluación.

Las calificaciones que bajan

En una comparación simple de las calificaciones obtenidas por los estudiantes de secundaria académica en el año 2010 con las del 2024 se puede encontrar una disminución de 3.2 puntos en Lengua Española (de 54 a 56) y de 5.4 puntos en Ciencias Sociales (61.4 a 56).

En Matemáticas aumentó 3.7 puntos (de 53.3 a 57) y en Ciencias Naturales de dos puntos (de 54 a 56).

Estas notas se mantienen variando mínimamente cada año alrededor del mismo promedio, de manera que el alza que se consigue en un momento se vuelve a desplomar en períodos subsiguientes.

¿Medir para qué?

Medir esa decepcionante realidad para enfocar la gestión educativa es justamente lo que justifica la necesidad de las pruebas nacionales, según explica Jacqueline Malagón, su eterna defensora, y el actual viceministro de Supervisión y Control de la Calidad Educativa, Óscar Amargós.

Amargós recuerda que el propósito original es medir el desempeño y usar esos datos para enfocar la gestión educativa según sus resultados.

“Las pruebas no mejoran los aprendizajes, sino que permiten crear un marco de referencia a partir del cual se organizan esos procesos de acompañamiento y de mejora y de capacitación de los docentes”, indica.

Sin embargo, el trabajo dirigido por las mediciones no ha logrado los progresos esperados, como él mismo reconoce.

“El reto es consolidar las mejoras que se están viendo, pero nosotros no estamos satisfechos con ese nivel alcanzado y por eso el esfuerzo que hacemos, que es un esfuerzo de todos”, precisa.

Malagón, por otro lado, culpa a los docentes y directores de las escuelas de no aplicar las recomendaciones que se generan y aboga por sancionar a los incumplidores.

“Si yo fuera ministra de nuevo a ese maestro yo lo sacara, porque se está quemando en la misma pregunta por varios años y qué te dice eso: que cuando recibió del Ministerio el informe de las debilidades, él no las tomó en cuenta o no le hizo caso”

Entonces, ¿qué hacer con el estudiante que nunca logra pasar? La respuesta de Malagón es contundente: “Que se quede quemado y que no entre a la universidad, porque tú no puedes pasar a un estudiante que no sabe”.

Cuenta que sus amigos de las universidades con las que se relaciona se quejan con ella de que los muchachos están llegando sin poder entender lo que leen y han tenido que crear grupos tutoriales para reforzarlos en Matemáticas y Lengua Española.

La organización Acción Empresarial por la Educación (Educa) también sostiene que la referida herramienta de evaluación es necesaria para asegurar la efectividad de la docencia.

“De alguna forma hay que medir cómo se está aprovechado el aprendizaje en el curso, si en verdad se están transmitiendo los conocimientos; y es una herramienta que te permite hacerlo, no importa el contexto. O sea, a todo el mundo hay que medirlo igual, y ¿cuál es la forma si no es a través de una prueba?”, plantea Yahaira Sosa Machado, directora ejecutiva de Educa.

La situación descrita envía un mensaje equívoco al propio alumno, a su familia y a la sociedad, según observa el maestro y especialista en Educación, Radhamés Mejía.

Para él, la moraleja que se transmite es que “avanzar en el sistema educativo no depende de aprender realmente, sino de cumplir con el trámite de la promoción”.

“Los distintos actores parecen más concentrados en sus rutinas y prioridades inmediatas que en encarar la magnitud del problema. Esta indiferencia revela hasta qué punto se ha normalizado el fracaso educativo, y subraya la urgencia de pasar del silencio a la acción colectiva”, escribió el educador en su artículo titulado “El sistema educativo dominicano: entre el espejo roto y el elefante en la oscuridad”.

Las pruebas son impopulares y rechazadas por muchos, incluyendo al gremio de los profesores y a bachilleres para los que son un obstáculo que no pueden superar después de hasta 12 convocatorias en cuatro años.

Historia violenta

En el año 1997, la entonces secretaria de Educación, Ligia Amada Melo, prometió que eliminaría las pruebas nacionales en el 1999, durante el primer gobierno de Leonel Fernández.

La vicepresidenta y secretaria de Educación, Milagros Ortiz Bosch, pretendió modificarlas en el 2000 para que dejaran de ser un prerrequisito de promoción. El mismo presidente Hipólito Mejía dijo que no le gustaban.

En el 2001, el Congreso Nacional envió a Ortiz Bosch una resolución en la que solicitaban su inmediata eliminación.

En el 1994, hubo que repetir el examen de Matemáticas en 94 colegios privados donde se compraron los resultados de ese examen.

En ese mismo año, la titular de Educación, Jacqueline Malagón denunció que sólo el 40 % de la población estudiantil pudo tomarlas debido a las “acciones de fuerza” de los profesores, quienes habrían quemado papeles de las pruebas, encerrado a niños en sanitarios para que no fueran a las aulas y cerrado puertas de entrada a las escuelas.

La Asociación Dominicana de Profesores (ADP) se había rehusado a participar en las evaluaciones como método de presión para exigir un aumento salarial y otras reivindicaciones.

Los escándalos por fraude, falsificaciones y las frecuentes suspensiones llevaron a investigaciones oficiales y a que la Policía Nacional y el Departamento Nacional de Inteligencia (DNI) custodiaran el proceso.

Más recientemente, el Ministerio de Educación confirmó que evaluaba internamente la posibilidad de suprimirlas.

A pesar de esta historia turbulenta y de la intención oficial, las pruebas nacionales de secundaria han sobrevivido hasta la actualidad porque, como luego dijo Ligia Amada Melo, “todos los sistemas educativos requieren de un sistema de control”.

“El calendario escolar se cumple mejor, los maestros se empeñan más en no faltar a clases y los estudiantes ponen mayor esfuerzo en estudiar”, indicó en una entrevista del periódico Última Hora del 13 de octubre de 1997.

Ya han sido eliminadas las de cuarto y octavo grado de primaria, y en el año 2000 se quitaron las pruebas nacionales prácticas que se aplicaban a los estudiantes de la modalidad técnico profesional.

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