Publicado en Todo Incluido, hace 2 horas
El PRM ya empezó la carrera hacia el 2028. Y empezó mal: con ruido, con ansiedad, con la típica procesión de aspirantes que confunden ambición con destino. Ahí aparecen Tony Peña Guaba y Víctor D’Aza, dos nombres que suenan más a ensayo general que a función principal.
Peña Guaba insiste en que tiene “estructura”. Y sí, la tiene: una estructura de comités, alcaldes y operadores que huelen más a clientelismo que a proyecto de nación. Confunde la base con el país, y la asistencia social con visión de Estado.
Quiere ser outsider desde dentro del gobierno, un truco de magia política que, hasta ahora, nadie ha logrado sin convertirse en caricatura.
D’Aza, en cambio, juega a ser el candidato municipalista. Habla de descentralización, de lo local, de la gente. Bonito discurso, pero de corto alcance.
Gobernar un municipio no es lo mismo que gobernar un país. Y su gran desafío es no terminar reducido a una nota de pie de página: “el que quiso ser presidente hablando de cabildos”.
El problema es que ninguno de los dos enciende el radar del electorado. Están lejos de Collado, lejos de Carolina, lejos incluso de la atención mediática real. Pero en su terquedad se revela algo más profundo: el PRM, al igual que el PLD en su momento, se está llenando de aspirantes como quien llena un mercado de voces. Cada cual grita más alto, pero nadie ofrece melodía.
La dirigencia oficialista juega con fuego. Confunde diversidad con desorden. Cree que tener diez precandidatos es sinónimo de fortaleza, cuando en realidad es señal de dispersión.
Si no hay reglas claras, si no hay control interno, el PRM terminará siendo víctima de su propio poder: un partido grande por fuera y fracturado por dentro.
Peña Guaba y D’Aza son apenas síntomas. Uno con discurso social reciclado; el otro con municipalismo en busca de épica. Ambos con más ganas que destino. Ambos convencidos de que el país los espera, cuando en realidad apenas los escucha.
Y mientras tanto, el 2028 se acerca como una cita ineludible. El PRM decidirá si quiere ser gobierno de largo aliento o simple anécdota en la historia reciente. Porque al final, lo que está en juego no es quién gana dentro del PRM, sino si el PRM logra no perderse a sí mismo.