Publicado en Todo Incluido, hace 3 semanas
Ningún ciudadano que haya alcanzado la presidencia de su país por dos ocasiones consecutivas puede ser catalogado por sus pares y adversarios políticos como una persona inepta e irresoluta en el manejo del poder y la actividad política.
Aunque no se quiera reconocer entre propios y extraños, el que llega alcanzar la primera magistratura del Estado es, sin dudas, un ciudadano de excepción que no pertenece a los grupos de rango menor y medianía.
Quien como militante político es capaz de lograr sobresalir y conquistar el apoyo de la mayoría de sus compatriotas luego de salir triunfante a lo interno del partido al cual pertenece en medio de tantas rebatiñas y zancadillas, definitivamente es una persona de luces y talento político.
Hacemos esta reflexión, porque escuchamos con frecuencia salir de labios irresponsables juicios, criterios y valoraciones sobre ese tema, que muestran desde luego, un desconocimiento total del planteamiento que están haciendo.
No puedo negar que me asombra que analistas políticos, intelectuales, periodistas, empresarios, personajes, políticos, asuman este discurso descalificador sobre algunos políticos dominicanos contemporáneos, que como Luis Abinader, Danilo Medina, Leonel Fernández y Hipólito Mejía han alcanzado el poder.
Hacer eso, en honor a la verdad es una mezquindad, una canallada. Esos políticos arriba mencionados, cada uno con su estilo, rasgos personales, formación y temperamento, demostraron ser finos y audaces armadores de ideas, conceptos, habilidades y planes de trabajo que los condujo llegar hasta ahí, donde pocos lo han hecho.
Quiero dejar claro que algunos de los que están en esa lista no son santo de mi devoción, no comulgo con su accionar político, ni mucho menos soy seguidor de sus ideas políticas y la visión que tienen sobre el mundo.
Ahora bien, decir que esos ex presidentes de la República Dominicana son y fueron carentes de talento para gobernar esta nación, y que llegaron por accidentes históricos, coyunturas políticas especiales u obra y gracia del Espíritu Santo, es una mezquindad del tamaño de la Catedral que no cabe en esta época de posmodernidad.