Publicado en Todo Incluido, hace 2 años
Son muchos y diversos los elementos que merecen ser analizados respecto al profundo cambio en la forma como los Estados están enfrentando los nuevos desafíos globales, que obligan a otro enfoque que debe contemplar los riesgos involucrados, así como las auténticas perspectivas de oportunidades
A diferencia de lo que sucedía en otros tiempos, la política exterior se ha abierto a las operaciones más diversas, que los países llevan a cabo a medida que incrementan su intervención en el área económica (comercial y financiera).
La Diplomacia, como instrumento de ejecución de la política exterior del Estado, implica habilidades que deben cultivarse y que requieren la acumulación de una experiencia relevante que garantice la destreza y eficacia en este quehacer.
Una consistente presencia internacional, capaz de abordar “la diversidad, amplitud y especificidad de la agenda internacional”, exige contar con un Servicio Exterior a la altura de ese nivel de responsabilidad. Para ello se requiere el apropiado fortalecimiento de la carrera diplomática y que el personal que la conforma cuente con una sólida formación interdisciplinaria, que incluye la Economía y el Comercio Internacional, las Relaciones Internacionales, el Derecho internacional y también la Geopolítica, entre otros conocimientos requeridos para la efectividad de este ejercicio.
Es evidente que a la negociación, como “función diplomática por antonomasia”, se le debe conferir una esencial importancia y por ello el consistente conocimiento de sus técnicas y fundamentos resulta imprescindible. La representación diplomática, obviamente, debe ser asumida apropiadamente por un genuino representante de su nación, con un ineludible y fiel compromiso en la defensa de los intereses del país.
Procede resaltar que en el apropiado ejercicio de la Diplomacia de hoy, el método sigue siendo en gran medida el mismo (con las debidas adecuaciones a la realidad de este tiempo): la obtención de objetivos por medio de negociaciones de diverso carácter, estando condicionados los mismos a los intereses del país y a las características del entorno internacional y nacional del momento, lo que demanda la aplicación de diversas formas de ejecución y subtipos de la diplomacia, integrados en un tronco común, de conformidad “con la idoneidad de cada una de ellas, según el objetivo a alcanzar y las circunstancias concretas en que se haya de actuar” (Vilariño). Teniendo siempre en cuenta en su implementación el principio de unidad de acción exterior del Estado.