Publicado en Editorial, hace 2 días
Nuestras paradisíacas playas, joyas de la costa sur dominicana, enfrentan hoy una amenaza silenciosa pero devastadora: la invasión masiva de algas marinas, particularmente el sargazo.
Lo que antes era un deleite visual de arenas blancas y aguas cristalinas, ahora se ve empañado por montañas de esta materia orgánica en descomposición, transformando el paisaje y el ambiente.
Esta acumulación no es solo un problema estético. El sargazo en putrefacción emana un olor fétido que ahuyenta a turistas y locales por igual, impactando directamente la industria turística, pilar fundamental de nuestra economía. Hoteles, restaurantes y pequeños negocios que dependen del flujo de visitantes sufren las consecuencias de esta marea marrón. Además, la presencia constante de estas algas afecta la vida marina, alterando los ecosistemas costeros y poniendo en riesgo la biodiversidad de nuestras aguas.
La invasión de algas marinas es un fenómeno complejo, exacerbado por factores como el aumento de la temperatura del océano y los cambios en las corrientes marinas, ligados al cambio climático. Sin embargo, la inacción o la falta de estrategias efectivas para su manejo solo agravan la situación.
Es imperativo que las autoridades locales y nacionales, junto con el sector privado y la comunidad, unan fuerzas para abordar esta crisis. Necesitamos soluciones sostenibles que van desde la implementación de barreras de contención y la recolección eficiente del sargazo, hasta la investigación de posibles usos para esta biomasa.
La recuperación de nuestras playas no es solo una cuestión ambiental; es una prioridad económica y social que determinará el futuro de Barahona como destino turístico y hogar de sus habitantes. Nuestras playas claman por auxilio, y es nuestro deber responder antes de que sea demasiado tarde.