
Publicado en Todo Incluido, hace 2 horas
“La isla de La Española es un matrimonio forzado por la geografía y divorciado por la historia”. (Cita del autor).
Los conflictos en Haití datan de su misma fundación como nación, y la inestabilidad actual es la manifestación más reciente de un ciclo histórico de luchas internas y presiones externas que influyen de manera directa y significativa en la estabilidad de la República Dominicana, bajo el hilo conductor de un patrón impregnado por una crisis permanente que durante décadas ha moldeado la identidad de la nación haitiana y determinado su compleja relación con el vecino país insular.
Los orígenes y evolución de estos conflictos se remontan a la Revolución Haitiana (1791-1804), con el inicio de conflictos internos matizados antes de la independencia con la rebelión masiva de esclavos en 1791 contra la corona francesa, un levantamiento sin precedentes que culminó con la creación de la primera república negra libre del mundo.
Si nos remontamos a la historia sobre su independencia en 1804, es notorio destacar que este se convirtió en un hito histórico de gran magnitud que dio paso a un país marcado por la inestabilidad política; y desde el principio, la joven nación experimentó frecuentes cambios de régimen, numerosos golpes de Estado y la aparición de líderes autoritarios que luchaban por el control del poder y los valiosos recursos subyacentes que adornaban ese cuarto pedazo de la isla.
El siglo XIX y gran parte del XX no aportaron mayor estabilidad, debido a que la política haitiana se caracterizó por una serie casi constante de luchas internas por el poder, en la que es preciso incluir ocupaciones extranjeras, como la impuesta por Estados Unidos desde 1915 a 1934, y dictaduras prolongadas y brutales, entre estas, la de la familia Duvalier (François “Papa Doc” y Jean-Claude “Baby Doc”).
La crisis actual comenzó a intensificarse notablemente en los inicios del año 2018 con protestas masivas y una escalada de la anarquía, bajo el punto de inflexión reciente, el asesinato del presidente Jovenel Moïse en 2021, que dejó un vacío de poder que fue rápidamente sustituido por bandas armadas que en la actualidad controlan casi la totalidad de la capital, Puerto Príncipe y que mediante asesinatos premeditados tocan las venas sensibles de familias, la mayoría de las veces inocentes.
El número de muertos generados por estos conflictos es difícil de cuantificar a lo largo de toda la historia de Haití debido a la naturaleza prolongada y difusa de muchos de sus conflictos y la falta de registros precisos en períodos anteriores; sin embargo, en la crisis actual, las cifras son alarmantes.
Estadísticas
De acuerdo con las estadísticas, más de 16,000 muertos por la violencia de las bandas armadas fueron reportados desde el año 2022 hasta mediados de 2025, cifra esta que ilustra la magnitud de la crisis humanitaria y de seguridad que vive el país caribeño.
Como consecuencia de los conflictos, en 2024 se reportaron más de 5,600 muertes debido a esta escalada de violencia sistemática, dejando como secuelas miles de heridos y secuestrados adicionales, números que se podrían comparar con los generados en las zonas de guerra activa, lo que subraya la urgencia de una intervención internacional efectiva que nunca da la cara para enfrentar gallardía la violencia
Esta inestabilidad crónica y la crisis de seguridad tienen una influencia directa y significativa en la estabilidad de la República Dominicana, visto que la falta de control estatal y la violencia en Haití generan una presión migratoria inmensa y preocupaciones de seguridad nacional para su vecino, contribuyendo así, a incrementar la crisis en los renglones de la economía, la salud, la educación, la vivienda; y por qué no decir, la estabilidad del país en sentido general.
La migración masiva de haitianos, la mayoría indocumentados, hacia la República Dominicana ejerce una presión considerable sobre los servicios públicos dominicanos, lo que, a su vez, alimenta las tensiones sociales y las políticas de deportación.
Esta situación de anarquía en la frontera representa una amenaza de seguridad real, con el potencial de desbordamiento de la violencia y actividades criminales, que ha conducido a las autoridades dominicanas a militarizar la línea divisoria fronteriza entre ambos países, dejando entrever su interés en enfrentar la inmigración cuando todo es una farsa del actual gobierno.
Hay que decir que, la isla de La Española, compartida por Haití y la República Dominicana, tiene una historia compleja y profundamente interconectada, pero también marcada por hechos reales y puntos de inflexión, y esta relación ha estado marcada por desafíos, períodos de interacción y coexistencia que tienen sus orígenes en la época colonial, cuando la isla fue dividida entre las potencias francesa y española, pero además, la Revolución Haitiana fue un evento trascendental que, tras la independencia haitiana en 1804, llevó a la ocupación de la parte este de la isla por Haití durante 22 años (1822-1844), un período clave en la formación de la identidad nacional dominicana.
Haití, ayer y hoy
El Haití de ayer, en su fundación, fue un faro de libertad y esperanza, la primera nación en abolir la esclavitud y establecer una república negra soberana, la cual desafió a las potencias coloniales del mundo, tras ser una nación nacida de una revolución gloriosa, en consecuencia, ese nacimiento estuvo plagado de desafíos, como el aislamiento internacional y las onerosas reparaciones impuestas por Francia, país que inició la catapulta de una inestabilidad que en la actualidad floreces como pólvora en un vendaval.
El Haití de hoy, por contraste, es una nación asediada por la desesperación y la anarquía, donde la promesa de libertad se ha visto opacada por siglos de inestabilidad política, dictaduras y, ahora, el control de facto por parte de bandas criminales, o sea, la brecha entre el ideal fundacional y la cruda realidad actual es un testimonio doloroso de un ciclo incesante de crisis constante.
La estabilidad política es un bien frágil que requiere cuidado y compromiso constante, por lo que la crisis de Haití es un espejo que advierte de una potencial hecatombe futura para la estabilidad de República Dominicana, por tal razón, superar las heridas del pasado debería ser un aliciente para la subsistencia mutua. (…) Quiérase o no, seguimos siendo: “Dos países, una isla y un mismo destino compartido”. (Cita del autor). Pero fijaos bien, tenemos culturas diferentes.