Santo Domingo.- En mayo de 2024 el presidente Luis Abinader convocó a una reunión con las figuras que pudieran ser consideradas presidenciables para el 2028 como una forma de acentuar su determinación de que no buscaría un tercer periodo y generar confianza entre los posibles aspirantes.
Su intención era clara, pero de seguro no se esperaba que ese encuentro se interpretara como un banderazo para que arrancaran su carrera los aspirantes a ser candidatos, a tal forma de que cuando falta algo más de tres años de gobierno las fuerzas internas del oficialista Partido Revolucionario Moderno (PRM) empiezan a acomodarse en torno a proyectos con miras al 2028.
Al agotarse los primeros seis meses del 2025, los caballos andan sueltos en el terreno del PRM aunque el peso de la figura de Luis Abinader ha evitado que hasta ahora se desboquen.
Aunque los proyectos presidenciales brotan como yerba silvestre en el partido oficialista, es evidente que las figuras de David Collado, ministro de Turismo, y Carolina Mejía, alcaldesa del Distrito Nacional, sobresalen por amplio margen.
Ambos cuentan con una mezcla de popularidad, gestión pública valorada y estructuras políticas en construcción.
En un segundo plano, pero con ambiciones claras, aparece Eduardo Sanz Lovatón, director general de Aduanas, quien pretende construirse como una tercera vía en caso de una eventual polarización entre figuras de mayor peso mediático.
Otros dirigentes que ya han dejado ver sus aspiraciones y que incluso se manejan como tales son Guido Gómez Mazara y Wellington Arnaud.
Ambos tienen proyectos políticos trabajados desde hace años y listos para activarse de inmediato, aunque su posicionamiento luce más modesto frente al empuje de los primeros tres.
El anuncio de Raquel
Sin embargo, el anuncio que más sorprendió fue el de Raquel Peña, quien haciendo referencia a morfeo dejó ver sus intenciones cuando reveló que soñaba con subir las escalinatas del Palacio Nacional con la banda terciada en el pecho.
En el PRM no se lo esperaban, pues aunque se le reconoce una capacidad ejecutiva probada como vicepresidente, se entendía que sería una carta que Luis Abinader tendría guardada ante cualquier crisis o coyuntura que requiriera un jugador al margen de las diatribas de la campaña. Pero no.
La actual vicepresidente decidió lanzarse de manera informal y desde ya empiezan a nuclearse en torno a ella dirigentes del PRM, aunque todavía ninguno de los de la primera línea de mando ha dado un paso al frente a su favor.
Como se planteaba al principio, las aspiraciones surgen como hierba en una planicie silvestre de tierras negras.
En la línea se observan figuras como la de Víctor Bisonó, ya convertido en un veterano de las lides políticas y con buena imagen como ministro y como político que mantiene lo que parece un eterno rostro joven.
También en el horizonte, esperando un momento oportuno, están dirigentes como Roberto Fulcar o Víctor de Haza, quienes permanecen en la gatera relinchando, pero sin salir a la pista.
Luis Abinader, desde temprano, dejó claro que no buscará un tercer mandato. Más aún, ha planteado públicamente que se debe “ponerle un candado” al modelo constitucional que permite la reelección indefinida.
En línea con esa postura, en mayo de 2024 , apenas semanas después de su victoria electoral, convocó una reunión con las figuras que proyectaban interés en aspirar, con el objetivo de establecer reglas claras, marcar los límites del uso de recursos estatales y, sobre todo, encauzar la competencia interna en un marco de respeto y equidad.
Ese gesto fue interpretado como una jugada política preventiva para evitar que la lucha por el poder en su partido desestabilice la gobernabilidad en su segundo período.
Ni candidato ni favorito
Desde entonces, Abinader ha reiterado que no tendrá candidato ni favorito, pero jugará un rol activo como consejero y árbitro del proceso.
Aunque las aguas parecen tranquilas por ahora, ya se advierte que la competencia interna podría derivar en una fuerte polarización, especialmente si Collado y Mejía consolidan sus aspiraciones como los polos dominantes.
En ese escenario, la figura de Sanz Lovatón cobra relevancia como eventual punto de equilibrio.La clave estará en cómo evolucione la postura de Abinader: si se mantiene como árbitro imparcial o si, en algún momento, se inclina hacia uno de los aspirantes.
En cualquier caso, su liderazgo será determinante para evitar rupturas o fracturas internas que puedan comprometer la unidad del partido.