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El deterioro de las escuelas del país

Publicado en Editorial, hace 13 horas

En cada rincón del país, los planteles escolares, que deberían ser faros de esperanza y semilleros de futuro, se encuentran en un estado de deterioro alarmante. Paredes agrietadas, techos con goteras, baños insalubres, falta de mobiliario adecuado y canchas deportivas abandonadas son la triste realidad que enfrentan diariamente miles de estudiantes y educadores. Este panorama desolador no solo afecta la calidad del aprendizaje, sino que también pone en riesgo la seguridad y el bienestar de toda la comunidad educativa.

Resulta inaceptable que, en pleno siglo 21, la infraestructura educativa dominicana presente estas carencias. ¿Cómo podemos aspirar a una educación de calidad cuando nuestros estudiantes reciben clases en entornos precarios e inseguros? El deterioro de las escuelas envía un mensaje claro y desalentador: la educación no es una prioridad real para las presentes autoridades.

Las consecuencias de esta negligencia son profundas y multifacéticas. Un ambiente físico inadecuado dificulta la concentración, desmotiva a los estudiantes y genera un clima de desinterés por el aprendizaje. Los educadores, por su parte, deben lidiar con condiciones laborales deficientes que minan su moral y limitan su capacidad para impartir una enseñanza efectiva. A largo plazo, esta situación perpetúa el ciclo de la pobreza y la desigualdad, impidiendo que las nuevas generaciones alcancen su máximo potencial y contribuyan al desarrollo del país.

es hora de que las autoridades competentes asuman su responsabilidad con la urgencia que el caso amerita. No bastan las promesas vacías ni los parches superficiales. Se requiere una inversión sostenida y planificada en la rehabilitación y construcción de planteles escolares dignos y seguros en todo el territorio nacional. Esta inversión debe ir acompañada de una gestión transparente y eficiente de los recursos, así como de una supervisión rigurosa para garantizar la calidad de las obras.

La sociedad dominicana en su conjunto también tiene un papel fundamental que desempeñar. Padres, madres, organizaciones comunitarias y el sector privado deben alzar su voz y exigir a sus representantes que prioricen la educación y garanticen las condiciones necesarias para un aprendizaje de calidad. No podemos permanecer indiferentes ante el silencioso desmoronamiento de las escuelas, pues en ello se juega el futuro de nuestra nación.

Es tiempo de actuar con determinación. El deterioro de los planteles escolares no es solo un problema de infraestructura, es un reflejo de nuestra falta de compromiso con la educación y con las generaciones venideras. Invirtamos en nuestras escuelas, invirtamos en nuestro futuro. El momento de actuar es ahora.

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