Publicado en Editorial, hace 3 horas
Santiago de los Caballeros, corazón pujante del Cibao, enfrenta hoy una sombra que amenaza su prosperidad y la tranquilidad de sus ciudadanos: la escalada de violencia ligada al narcotráfico y el sicariato.
Ya no se trata solo de ser un “puente” para la droga; la ciudad se ha convertido en un centro donde se asienta, se negocia y, tristemente, se libra la disputa por el control territorial.
La presencia de sicarios, mercenarios de la muerte al servicio del crimen organizado, es el síntoma más alarmante. Estas ejecuciones, antes vistas solo en películas, han normalizado la brutalidad y el ajuste de cuentas en nuestras calles.
La droga, convertida en divisa de pago para estas bandas y en motor del microtráfico, corrompe el tejido social y atrae actividades de lavado de activos, haciendo de Santiago una “lavandería” de dinero sucio.
Es crucial que las autoridades continúen y refuercen las operaciones contundentes contra las redes de narcotráfico y el crimen organizado, tal como se ha visto en recientes incautaciones y desmantelamientos. Sin embargo, la solución no es solo policial.
Se requiere una estrategia integral que ataque las causas profundas: la prevención del consumo de drogas, el fortalecimiento institucional, una reforma policial efectiva y, sobre todo, la participación de la comunidad para denunciar y aislar este flagelo.
Santiago merece más que ser el centro de la noticia roja. La ciudad debe recuperar su paz, y para ello, el compromiso debe ser de todos: desde el ciudadano que denuncia hasta el funcionario que garantiza que la justicia sea implacable. Es hora de encender la luz sobre esta oscuridad.