En Cuba, de donde proviene, le conocen como la cuaba del monte. Aquí en República Dominicana, los haitianos depredan abiertamente y desde hace muchos años, las colinas sureñas contrabandeando estas plantas que llamamos guaconejo. Con certeros golpes de machetes y hayas cortan la corteza haciendo una especie de corona en el tronco principal, esperando que dentro de 30 a 45 días el árbol se seque, pues conocen que la especie Amyris balsamífera solamente exuda el medicinal bálsamo (oleorresina) elemí, cuando el arbusto muere.
El gran negocio radica en que en Haití una fábrica tritura los troncos y los exporta. Los aceites esenciales que produce el guaconejo se utilizan en barnices, perfumes, medicinas, cosméticos, jabones e incienso. Por consiguiente, tienen un gran valor comercial. Por suerte, el decreto 233-96 creó la Reserva Científica Loma de guaconejo, en la cordillera Septentrional, cerca de Nagua. Ojalá no llegue allá la tala criminal.