Publicado en Editorial, hace 5 horas
A medida que se acerca un nuevo año escolar, la sombra de la incertidumbre se cierne sobre el sistema educativo dominicano. La promesa de progreso se ve empañada por una realidad preocupante: la escasez crítica de aulas, la falta de cupos para miles de estudiantes y el deterioro alarmante de la infraestructura escolar en todo el país.
Este panorama no es nuevo, pero la magnitud del problema parece agravarse con cada ciclo. Familias enteras se enfrentan a la angustia de no saber si sus hijos tendrán un espacio digno donde aprender, mientras que los que sí logran un cupo, a menudo se encuentran con entornos que distan mucho de ser propicios para la enseñanza. Escuelas con techos que colapsan, baños insalubres, falta de mobiliario adecuado y aulas superpobladas se han vuelto una constante.
La educación es el pilar fundamental para el desarrollo de una nación, y la República Dominicana se encuentra en un punto crítico. La falta de inversión sostenida y una planificación a largo plazo han llevado a esta crisis que amenaza el futuro de nuestra juventud. No se trata solo de construir nuevas aulas, sino de garantizar que estas sean seguras, estén equipadas y cuenten con el personal docente necesario.
Es urgente que las autoridades asuman con la seriedad que amerita esta situación. El próximo año escolar no puede ser otro más de promesas incumplidas y parches temporales. Se requiere un compromiso real y acciones concretas para revertir este deterioro. El futuro de miles de niños y jóvenes dominicanos depende de ello.