Publicado en Mundiales, hace 5 horas
Puerto Príncipe. Haití atraviesa uno de los periodos más críticos de su historia reciente tras el magnicidio de Jovenel Moïse. Las bandas armadas se han adueñado progresivamente de territorios urbanos y rurales, puesto en jaque la vida cotidiana y la gobernabilidad del país. Ante esta realidad, es evidente que la gran ausente son las Fuerzas Armadas: ¿Qué papel juega el ejército haitiano y por qué su presencia parece tan limitada ante el avance de la inseguridad?
A pesar de haber sido restablecidas en 2017 tras más de dos décadas de ausencia, las Fuerzas Armadas de Haití (FAD´H) se mantienen, siete años después, en una fase inicial de desarrollo, con escasos avances concretos y serias dificultades para responder al reto de recuperar el control territorial.
El ministro de Defensa, Jean-Michel Moïse, reconoce el estado “embrionario” de la institución militar. En entrevista reciente, admitió que el país heredó un ejército con escaso personal, sin experiencia de combate y sin la infraestructura necesaria para cumplir funciones de defensa nacional en el contexto actual.
Una de las mayores limitaciones es la ausencia de una academia militar capaz de formar oficiales y cuadros de alto nivel. Esta carencia, junto a la falta de inversiones significativas en los últimos años, ha impedido dotar al ejército de instalaciones modernas y de un sistema de entrenamiento continuo.
Moïse lamenta que, pese a los esfuerzos recientes, las FAD´H no estaban preparadas para enfrentar la expansión de las bandas armadas ni para asumir tareas de seguridad en escenarios urbanos y rurales complejos.
Actualmente, la labor de las fuerzas armadas se centra en la protección de infraestructuras estratégicas: el Banco Central, el aeropuerto internacional, la terminal de Varreux, la red de comunicaciones, antenas de transmisión y almacenes eléctricos.
El ministro enfatiza que, a pesar del limitado número de efectivos, la presencia militar ha evitado un mayor colapso del Estado, y subraya que algunos soldados han perdido la vida en operaciones para resguardar instalaciones clave.
En el plano interno, el Ministerio de Defensa ha impulsado algunas mejoras. Desde que Moïse asumió la cartera en noviembre de 2024, los soldados reciben la totalidad de su salario (antes solo se les depositaba el 50 % en una tarjeta de débito), junto a una prima de riesgo para quienes participan en operativos. Aun así, la motivación y la retención de personal siguen siendo un desafío, en un contexto de inseguridad y condiciones laborales precarias.
La formación militar también depende en gran medida de la cooperación internacional. Este año, México aceptó recibir y entrenar a 700 reclutas haitianos, seleccionados de una lista de 8,000 candidatos, en grupos de 150, mientras Haití explora acuerdos similares con Colombia y otros países. Estos programas buscan suplir la falta de instructores y actualizar doctrinas, aunque los primeros grupos apenas inician su capacitación y se prevé que los resultados concretos tarden en materializarse.
Para el presente ejercicio fiscal, el gobierno haitiano asignó 7,000 millones de gourdes a la defensa, con una partida adicional de 2,000 millones de gourdes destinada a la construcción de cuarteles, hospitales militares y compra de materiales.
Entre los proyectos más relevantes figuran la construcción de 25 infraestructuras de perímetros urbanos para facilitar el despliegue militar en comunas vulnerables, la creación de un taller de mantenimiento, la rehabilitación de bases históricas, la adquisición de vehículos y equipos de vigilancia, así como el diseño de academias militares navales, terrestres y aéreas.
Sin embargo, muchas de estas iniciativas aún no pasan de la fase de planificación o licitación. El propio ministro reconoce que la ejecución será gradual y dependerá de la superación de obstáculos como la inseguridad y la escasez de proveedores capaces de operar en todo el territorio nacional.
La construcción de instalaciones militares, advierte Moïse, “requerirá tiempo” y demanda una selección estratégica de comunas prioritarias.
A pesar de los avances anunciados y el incremento presupuestario, la capacidad operativa de las fuerzas armadas haitianas sigue siendo reducida frente a la magnitud de la crisis. Por ahora, el peso de la seguridad interna recae principalmente en la Policía Nacional y en la esperada misión internacional de apoyo que lidera Kenia, mientras el ejército cumple un rol de apoyo y defensa de activos críticos, más que de control efectivo del territorio.
El caso haitiano ilustra los desafíos de reconstruir una institución militar desde cero en medio de una crisis multidimensional. El ministro de Defensa, con experiencia en gestión pública y privada, reconoce la dificultad de avanzar en un entorno marcado por la inseguridad, la precariedad institucional y la incertidumbre política. “No se trata solo de reclutar personal, sino de formarlo, dotarlo de recursos e infraestructuras y devolver al país una capacidad real de defensa y de soberanía territorial”, insiste Moïse.
Mientras tanto, la ciudadanía y los actores políticos esperan que los ambiciosos planes anunciados puedan traducirse en mejoras concretas. Por ahora, el lento avance del ejército refleja las profundas limitaciones y desafíos que enfrenta Haití para recuperar la normalidad y garantizar la seguridad de su población.