Carlos Julio Feliz Vidal
Siempre he sabido que no debo dejar que sean los otros los que determinen “el rumbo de mi vida”.
Conocerse asimismo y valorarse como único y especial, es un antídoto a la manipulación consciente o no del entorno social.
De niño asumí unos hábitos alimentarios orientados a la frugalidad, no he comido más de lo que necesito. Me decían una frase asesina para cambiar mi visión: “no llegarás a hueso viejo”, lo que yo entendía como que moriría de niño o muy joven. Tengo más de 30 años con el mismo peso y esto no es un milagro, es un estilo de vida, de alimentación, con el que me siento a gusto y feliz.
La mente humana puede ser frágil y manipulable. Otros pueden enfermarnos o curarnos, llevarnos a amar y a odiar, fanatizarse o endiosarse, si utilizan técnicas hipnóticas, manipulación mediática o sugestión.
Otros pueden hacernos presas del miedo y el pánico, alimentando creencias sin ninguna base racional; peor que eso, nosotros mismos podemos arruinar nuestra libertad, autonomía y fuerza de carácter cuando hacemos que un acontecimiento aislado, fortuito, se convierta en un referente de miedo existencial, que paralice nuestra voluntad.
Somos libres y podemos enfrentar aún la desgracia mayor, aunque esta parezca no tener sentido para nosotros, si la asumimos como “algo que forma parte de la vida” y no como algo que marca nuestra mala suerte; podemos ser héroes ante la desgracia y no víctimas.
La sociedad moderna hace de nosotros mercancías, manipulan nuestros gustos y preferencias haciéndonos hombres y mujeres en “serie”, que pierden en el mercado, en la política y en la vida, su propia individualidad.
La manipulación de la información, con fines estrictamente económicos, dañó a generaciones enteras, bajo el predicamento de que las “grasas eran el enemigo número uno de la salud”, para seguir vendiendo los “azúcares” que los resultados de las investigaciones indicaban que eran la principal causa de enfermedades catastróficas.
La manipulación puede cambiar la percepción y convertirla en realidad.
Una persona que quiera conservar su individualidad , debe resistir la tendencia de hacer las cosas igual a como otros las hacen, debe dejar de ceder a la manipulación sutil o descarada, porque nadie trasciende cuando es sólo un número en las estadísticas.
El manipulador juega con las emociones y éstas a flote obnubilan la razón. Enfrentar la manipulación con la razón y no con las emociones es la ruta viable para derrotarla.