Publicado en Todo Incluido, hace 5 horas
Osiris Guzman
La electricidad ha sido uno de los pilares fundamentales del desarrollo económico y social de la República Dominicana. Desde sus inicios fragmentados hasta la conformación del Sistema Eléctrico Nacional Interconectado (SENI), el país ha recorrido un largo camino.
Sin embargo, los desafíos que enfrentamos hoy —en medio del cambio climático, la presión por una transición energética sostenible y la amenaza de fenómenos meteorológicos extremos— nos obligan a repensar el futuro energético del país.
De la CDEEE al SENI : evolución necesaria
El sistema eléctrico nacional comenzó como una red limitada, mayormente gestionada por el Estado a través de la Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas Estatales (CDEEE). A partir de la década de los 90, se inició un proceso de reformas y privatización parcial, especialmente en el área de generación.
Esta transformación fue clave para expandir la capacidad instalada y mejorar la cobertura eléctrica, pero también generó nuevos retos de planificación, regulación y supervisión. El desarrollo del sistema SCADA, la instalación de nuevas plantas térmicas, y el crecimiento de la infraestructura de transmisión bajo el paraguas del SENI han sido pasos importantes.
A lo largo de este proceso, las hidroeléctricas —aunque limitadas en su aporte porcentual— han cumplido un rol estabilizador, especialmente durante temporadas secas.
El mix energético actual: avances, pero aún desequilibrado
La matriz energética dominicana sigue estando dominada por fuentes fósiles. No obstante, en la última década se han dado importantes pasos hacia la diversificación.
Proyectos como la Central Termoeléctrica Punta Catalina, los parques solares de Montecristi y el parque eólico Los Cocos marcan el inicio de una transición hacia fuentes más limpias.
A nivel global, la tendencia es clara: avanzar hacia un balance energético que combine confiabilidad, costos razonables y sostenibilidad ambiental. En este aspecto, el país ha comenzado a explorar alternativas más costo-efectivas, aunque todavía hay mucho por recorrer.
Sostenibilidad y resiliencia ante amenazas reales:
La temporada ciclónica, que se extiende de junio a noviembre, representa una amenaza directa a la infraestructura eléctrica nacional. Huracanes como Fiona y tormentas tropicales pasadas han dejado zonas enteras sin energía por días. Además, eventos como el apagón masivo ocurrido en Europa este 2025 nos recuerdan lo vulnerable que puede ser un sistema interconectado sin planes de contingencia sólidos.
Es crucial fomentar el desarrollo de microrredes comunitarias, almacenamiento en baterías, y sistemas de respaldo que permitan mantener servicios esenciales incluso en caso de fallo generalizado. Incentivar el autoconsumo con paneles solares y fortalecer los mecanismos de respuesta rápida también deben ser prioridades.
El rol del Estado y los organismos reguladores
La Superintendencia de Electricidad (SIE), la Comisión Nacional de Energía (CNE) y el Ministerio de Energía y Minas tienen la responsabilidad de establecer políticas claras, estables y transparentes para el desarrollo energético.
Esto incluye facilitar permisos, fomentar la inversión privada responsable, y garantizar tarifas justas para consumidores y generadores. Además, es urgente revisar el marco regulatorio para adaptarlo a nuevas realidades: generación distribuida, contratos bilaterales de energía, y esquemas de incentivos fiscales para tecnologías limpias.
Conclusión:
Una visión energética sostenible y dominicana: repensar el futuro energético del país no es un lujo, sino una necesidad. La República Dominicana tiene el potencial solar y eólico para convertirse en un referente regional. Contamos con ingenieros formados, empresas innovadoras y un marco institucional que puede fortalecerse.
Apostar por una matriz más equilibrada, resiliente y moderna no solo es clave para reducir la dependencia del petróleo, sino también para mejorar la calidad de vida de millones de dominicanos. El momento de actuar es ahora.