Publicado en Mundiales, hace 18 horas
Washington, Estados Unidos.- Los aranceles impuestos a los productos que entran a Estados Unidos han cambiado mucho desde que Donald Trump regresó a la Casa Blanca.
Estas son las tarifas aduaneras en vigor antes del aumento previsto para los principales socios comerciales de Estados Unidos el 1 de agosto.
Desde principios de abril todos los productos que entran en Estados Unidos están sujetos a un recargo del 10%.
Se prevé que este porcentaje sea mayor para los principales socios comerciales, en particular aquellos con los que Washington considera tener un déficit comercial.
Trump anunció aranceles de hasta el 50% para más de 80 países, pero los suspendió, inicialmente hasta el 9 de julio y posteriormente hasta el 1 de agosto, para negociar acuerdos comerciales.
Sin embargo hasta la fecha solo se han acordado seis: con el Reino Unido, Vietnam, Indonesia, Filipinas, Japón y la Unión Europea, que comprenden aranceles específicos de entre el 15% y el 20%, inferiores a los anunciados a principios de abril para estos países.
Una veintena de países más recibieron una carta de la Casa Blanca que les anuncia aranceles de entre el 25% y el 50%.
Brasil, que inicialmente no estaba en el punto de mira, se expone al 50%, en parte como represalia por lo que Trump considera una “caza de brujas” contra el expresidente ultraderechista brasileño Jair Bolsonaro, juzgado por una presunta intentona golpista en 2022.
Los principales objetivos de Donald Trump son los dos vecinos de Estados Unidos, Canadá y México, a los que acusa de no combatir suficientemente el tráfico de fentanilo, un potente opioide que causa una grave crisis sanitaria en el país.
Están sometidos a aranceles del 25%, pero solo se aplican a productos no protegidos por el Tratado de libre comercio de América del Norte (T-MEC), es decir una minoría de los bienes que entran en Estados Unidos.
El presidente estadounidense ha amenazado con aumentar estos recargos al 35% para los productos canadienses y al 30% para los procedentes de México, frustrado al ver que las negociaciones comerciales no prosperan como él quiere.
China ha sido un objetivo prioritario de Washington desde el primer mandato de Trump.
Su sucesor demócrata Joe Biden mantuvo la presión y Trump la ha redoblado desde que volvió al poder en enero.
Para combatir el tráfico de fentanilo le aplicó un arancel del 10%, además del existente antes del 1 de enero, a lo que añadió un 20% por los llamados aranceles “recíprocos” a principios de abril.
Sin embargo, ante las represalias de China, las dos potencias mundiales entraron en una escalada que llevó a subir aranceles hasta el 125% para los productos estadounidenses y al 145% para los chinos, antes de llegar a un acuerdo en mayo en Ginebra para volver al 10% para uno y al 30% para el otro.
Desde entonces, delegaciones de Estados Unidos y de China se reunieron en Londres y tienen previsto volver a hacerlo lunes y martes en Estocolmo.
Trump invocó la seguridad nacional para proteger varios sectores de la industria estadounidense con un recargo específico para los productos extranjeros vendidos en Estados Unidos.
Es el caso de la industria automotriz, ahora gravada con un 25%, con la excepción de los automóviles procedentes de Japón, que solo pagan un 15%, e incluso un 10% para los primeros 100.000 automóviles procedentes del Reino Unido. México y Canadá deben pagar el 25% en las importaciones que incumplan el T-MEC.
El acero y el aluminio estadounidenses, por su parte, están protegidos con aranceles del 50% para los productos competidores que entran al país.
Y hay más en camino: productos farmacéuticos, semiconductores, cobre, paneles solares y minerales críticos están actualmente en proceso de aprobación.
Parte de los aranceles estadounidenses ha sido impugnados en los tribunales.
Varias cortes han dictaminado que Donald Trump carece de autoridad para imponer recargos a las importaciones, pero los casos siguen abiertos.