Tasas de Cambio

CompraVenta

RD$ 57. 80RD$ 60. 50

RD$ 64. 90RD$ 69. 30

Combustibles

Precio

RD$ 239.10

RD$ 273.50

RD$ 291.60

RD$ 132.60

Faride no está sola: no somos tontos

Publicado en Todo Incluido, hace 15 horas

Cuando al amigo lo están despedazando, debemos estar ahí. Y, por ello, ante la ignominia contra Faride, estoy aquí.

Hoy ella enfrenta una campaña sistemática; no por capricho, sino por atreverse a tocar intereses oscuros desde el Ministerio de Interior y Policía: militarizar zonas críticas, desarticular redes, poner orden donde antes reinaba el caos.

Pero, sin teoría, vamos con argumentos a colocar en la balanza de la conciencia ciudadana: si quiere la decencia y el orden, o el ruido; las ventas de drogas que dañan familias, los homicidios, robos y secuestros. Es decir, la anarquía. Ese es el debate…

Y no es un tema de percepción: en 2024, se registraron 126 homicidios y 19,994 robos menos que en 2023. Y, del 2019 al 2021 —saltando el 2020 por la pandemia— hasta hoy, la confianza y la seguridad ciudadana han ido aumentando.

Los datos oficiales del informe anual de InSight Crime nos presentan que la tasa de homicidios en el país descendió un 16.4 % respecto al año anterior, situándose en 9.6 por cada 100,000 habitantes; la más baja del Caribe y una de las menores de América Latina, consolidando al país como uno de los más seguros del hemisferio.

Usted tiene los datos y los hechos para comparar esta gestión con las demás, y el país con los otros.

Industria

Todos sabemos que la delincuencia es una industria de miles de millones de dólares diarios, con ramificaciones desde la clase más alta hasta la más baja.

¿Ahora somos “idiotas”, que no sabemos qué hay detrás?

Ese tiempo de los idiotas pasó, al igual que el de los comunicadores “independientes”. Yo los conozco y sé cómo viven, y cómo vivían: cuando usábamos “Armani”, ellos eran unos desmuelados. Y hoy exhiben grandes riquezas, igual que un grupo de muchachos en los barrios, que no trabajan y usan carros de alta gama.

Muchos de ellos se hicieron parte de una economía paralela, sostenida por complicidades políticas, negocios turbios y pactos de silencio.

Los periódicos y la internet no mienten. Hacíamos comparaciones de los barrios de la capital y los de las provincias con las “favelas de Brasil”. También comentarios y análisis bien ponderados sobre la Colombia de Pablo Escobar y el Cártel de Medellín, con el miedo y terror que existía en el país, un jefe de la Policía tuvo que enviar a vivir a su familia al extranjero. Y los periodistas no se atrevían a tocar temas de pandillas ni de narcotráfico.

¿Ya se nos olvidó que existían las famosas “naciones”, y que se implementaron “los nuevos entierros”, con tiros, romos, whisky, cerveza, balas y música?

Delincuentes enterrados como “héroes”, con la bandera dominicana.

En algunos barrios la Policía no podía entrar. Y las jovencitas eran asaltadas y violadas en el transporte público al salir del trabajo o la universidad.

No podíamos andar con un buen celular, ni pararse en ninguna parte, aunque fuera una señal de la Policía.

Los robos de vehículos eran por doquier. Y se dispararon las ventas de cámaras y alarmas de seguridad.

Los jóvenes de ciertos barrios tenían armas de guerra, estilo los cárteles de México. Eran “dioses”, fusilando gente que protestaba o denunciaba.

¿Todo eso se olvidó?

¿Ahora no recordamos que había miedo y terror de salir a las calles?

Que lo de “barrio seguro” era solo una consigna.

Que una mujer, después de matarle un hijo, vociferaba orgullosa que “había parido cinco delincuentes más”.

Que los negocios, a las siete de la noche, estaban cerrados y era imposible salir después de esa hora.

Las quejas por las quiebras eran en todo sentido.

Que los dominicanos del exterior no querían ir al país: se quedaban en los resorts y mandaban a buscar a sus familiares, y con un chofer de mucha confianza.

¡Todo se hacía en secreto!

¿Vamos a olvidarnos que no se podían abrir los colmados? Que, al mediodía, asaltaban a los clientes al salir de los supermercados; a los mensajeros de las compañías de remesas, que en vez de uno eran dos para entregar el dinero.

Fueron muchos los padres de familia atracados y asesinados. A pesar de cierta tranquilidad, aún siguen prohibidas las gorras y el uso de celulares en los bancos.

Había una mafia en cada aeropuerto, que te despojaba de todo apenas salías.

En los hospitales, las pandillas sacaban a tiros a sus miembros y acribillaban al contrario.

Existía un cuerpo criminal de secuestradores y sicarios. Sí, había policías involucrados.

Pero miremos la diferencia ahora…

Yo todavía tengo registros de quiénes eran los jefes de esas mafias.

Triste argumento

Ahora estamos usando el triste y pobre argumento de “los derechos humanos” para desacreditar la lucha contra la delincuencia. Un exceso no es una política del Ministerio ni del Gobierno. Y, si hay que investigar algún caso, que se haga. Pero no confundamos la excepción con la norma.

¿Oh, acaso quitar tres, diez, veinte bocinas es terror de Estado? Por Dios… hay que ser serios…

A pesar de todo, no he visto un abogado asesinado, tirado en una laguna con cadenas; ni un periodista huyendo del país, durmiendo en un parque en New York; tampoco mujeres tiradas de torres, ni parejas de esposos cristianos acribillados por confusión.

Las iglesias hacían los servicios (cultos) evangelísticos en la mañana y/o hasta las cinco de la tarde. Su única protección era la Divina.

La verdad

Vamos a decir la verdad. Lo que se está jugando aquí no es un eslogan ni una encuesta: es la vida misma de un país que estuvo al borde del caos.

Faride no es la causa del conflicto. Es una de las pocas personas que ha tenido el valor de enfrentarlo, sin importar su capital político.

¿Que la raíz de la delincuencia es la falta de inclusión? Sí. Y tenemos que obligar a los distintos gobiernos a reducir la brecha. Pero, por eso, no podemos dejar que el país vaya a la deriva.

Lo que sucede, papá, es que sabemos lo que se busca: financiar el desorden, por quienes venden el “activismo” como tapadera para su beneficio.

El día que Faride no esté, que venga uno como Nayib Bukele a dirigir, no el Ministerio, sino el país.

En resumen: podemos citar a Émile Durkheim, que define la anomía como un estado de desorganización social en el que las normas dejan de tener efecto. Y se produce cuando:

a) hay crisis moral o quiebre de estructuras sociales;

b) las personas no saben qué es aceptable o deseable.

“…Conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes…” (1 Timoteo 1:9).

Creemos que ningún país soporta vivir en la anomía —sin ley— en el sentido más profundo; con una ruptura del orden moral, sea divino o social.

En el lenguaje bíblico, sería la marca rebelde del pecado; en la sociología, la crisis de valores que lleva al desorden.

Pero, ante toda la degradación social, la decencia está observando… y hablará. Para advertir que Faride no está sola.

¡No somos tontos!

NUESTRAS EMISORAS