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La deuda externa y el desafío del progreso de RD

Publicado en Todo Incluido, hace 2 horas

Rafael Pasian 

La deuda como herencia y trampa

La deuda externa, en su apariencia técnica, es un compromiso financiero del Estado con acreedores extranjeros. Pero en su esencia política y moral, representa una cadena que ata la soberanía de las naciones latinoamericanas. Desde los albores de nuestras repúblicas, cada préstamo solicitado en nombre del desarrollo se convirtió en una hipoteca sobre el porvenir.

La República Dominicana, como otros pueblos del continente, ha vivido bajo el peso de una deuda que se multiplica más rápido que el crecimiento de su riqueza. Desde el empréstito inglés de 1869, que hipotecó las rentas nacionales en medio de una crisis política, hasta las actuales negociaciones con organismos internacionales, el endeudamiento ha sido constante. Pero la verdadera tragedia no está solo en deber, sino en depender.

Conceptos económicos en lenguaje del pueblo

Para entender este fenómeno, hay que descifrar algunas palabras que suelen parecer ajenas al ciudadano común:

 Producto Interno Bruto (PIB): Es la suma de todos los bienes y servicios que produce el país en un año. Es el reflejo de nuestra capacidad de generar riqueza. Pero si esa riqueza se queda en pocas manos o se fuga al exterior, no significa prosperidad popular.

Déficit presupuestario: Sucede cuando el Estado gasta más de lo que recauda. Es como una familia que gasta más de lo que gana y necesita pedir prestado para sobrevivir.

Deuda externa: Es el dinero que el país toma de bancos, gobiernos o instituciones internacionales para cubrir ese déficit o financiar proyectos. Pero esos préstamos vienen con condiciones: tasas de interés, exigencias de reformas y, muchas veces, pérdida de independencia económica.

Intereses: Son el costo de ese préstamo. El país no solo paga lo que debe, sino que entrega parte de su futuro para mantener contentos a los acreedores. Así, la deuda crece aunque el país pague.

Las raíces del empobrecimiento

Las causas de la deuda no son solo económicas, sino históricas y estructurales.

Durante el siglo XIX y XX, las potencias industriales prestaron dinero a nuestras naciones recién liberadas, pero con un propósito claro: mantener su dominio económico. Las materias primas, el azúcar, el oro, el cacao, salían de nuestras tierras a precios bajos, mientras los intereses y bienes importados regresaban a precios altos.

En el siglo XXI la historia se repite con otros nombres: FMI, Banco Mundial, bonos soberanos.

Cada dólar prestado parece traer consigo una factura ideológica: “reducir el gasto social”, “privatizar empresas públicas”, “abrir los mercados”. Y así, el pueblo trabaja, paga impuestos, produce riqueza, pero el dinero termina en los bolsillos del acreedor extranjero o del empresario privilegiado.

 El desafío del gobierno dominicano

El gobierno tiene una tarea compleja: administrar un país con hambre de justicia y sed de desarrollo, sin caer en la tentación fácil del endeudamiento irresponsable.

Endeudarse no es malo cuando se hace para invertir en educación, tecnología o infraestructura que genere productividad futura. Pero cuando el préstamo se usa para tapar el déficit corriente o financiar el clientelismo político, el resultado es ruina disfrazada de progreso.

Por eso, un Estado progresista debe tener tres pilares:

Producción nacional fortalecida, para depender menos de las importaciones.

Recaudación justa, donde los que más tienen paguen más.

Gasto público transparente, orientado al bienestar social y no a intereses particulares.

Tácticas y estrategias para salir del ciclo

Reducir la deuda no es imposible, pero requiere valor político y visión histórica:

Renegociar intereses injustos: muchos préstamos fueron contraídos en condiciones leoninas. El Estado puede y debe reestructurar su deuda, priorizando el bienestar nacional sobre las exigencias del capital.

 Fortalecer la producción local: cada producto hecho en el país es un dólar que no se fuga. El agro, la energía renovable, la industria liviana y el turismo sostenible son pilares para un nuevo modelo.

Combatir  la corrupción y la evasión fiscal: dos enfermedades que multiplican el déficit. Sin justicia fiscal no hay justicia social.

Invertir en educación técnica y científica: un pueblo educado produce con inteligencia, no solo con esfuerzo.

 Establecer fondos soberanos y reservas nacionales: para tener colchones financieros que eviten recurrir al préstamo en cada crisis.

 Conclusión: deuda y destino

La deuda externa no es solo un problema contable: es una cuestión de dignidad nacional.

Mientras sigamos pagando intereses de una historia impuesta, seremos vasallos de un sistema que lucra con la necesidad de los pueblos.

El día en que el gobierno dominicano ponga la inteligencia, la honestidad y la voluntad por encima del endeudamiento fácil, comenzará la verdadera independencia económica.

Solo entonces, como decía el profesor Juan Bosch, la política servirá al hombre y no el hombre a la política.

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