Publicado en Todo Incluido, hace 15 horas
El descontrol migratorio desde Haití hacia la República Dominicana, impulsado por la profunda crisis política, económica y social que azota a la nación vecina, se ha convertido en un tema recurrente en el debate público dominicano.
La llegada masiva de ciudadanos haitianos en busca de mejores condiciones de vida representa, para muchos, una amenaza a la estabilidad económica del país. Sin embargo, más allá de los desafíos reales que plantea este fenómeno, el tema migratorio ha sido utilizado de manera estratégica por el gobierno del presidente Luis Abinader para desviar la atención de los problemas internos y consolidar una imagen de patriota.
Conforme la crisis en Haití se agrava, la presión migratoria hacia la República Dominicana se intensifica. En respuesta, el presidente Abinader ha anunciado medidas, como el refuerzo de la frontera y la deportación de migrantes irregulares, para frenar este flujo.
Estas acciones, aunque entendidas por algunos sectores como necesarias, han generado críticas por su falta de enfoque humano y sostenible. Hace tiempo, el expresidente Leonel Fernández propuso un diálogo nacional para abordar el tema de manera integral, buscando soluciones legales y humanitarias que respeten tanto los derechos de los migrantes como la soberanía dominicana. Sin embargo, esta propuesta no ha encontrado eco en la administración actual, que parece más interesada en explotar el tema con fines políticos.
Luis Abinader ha recurrido al tema migratorio como una herramienta para enervar el patriotismo dominicano y desviar la atención de los crecientes cuestionamientos a su gestión.
La ineficiencia administrativa, los escándalos de corrupción —como la cuestionada repartición de bonos y los exagerados alquileres de edificios para oficinas públicas—, así como los vínculos de figuras de su partido con el narcotráfico, han erosionado la credibilidad de su gobierno.
A esto se suman los retrasos en proyectos clave, como la ampliación del metro, y el rechazo a su propuesta de reforma fiscal, percibida como una imposición autoritaria. En este contexto, la migración haitiana se presenta como un chivo expiatorio conveniente para desviar el foco de estas fallas.
Cumbre
Recientemente, el presidente Abinader convocó a una cumbre en el Palacio Nacional con los expresidentes Leonel Fernández, Danilo Medina e Hipólito Mejía para discutir el tema migratorio. Esta iniciativa, presentada como un esfuerzo por buscar consenso, parece más bien una maniobra política cuidadosamente orquestada.
La reacción del expresidente Fernández, quien expresó su disposición a participar, estableciendo que no será “vagón de cola” de lo que diga el gobierno, exigiendo seriedad para abordar el tema y cuestionó la idoneidad es fijar el Palacio Nacional como sede para la discusión, evidenciando su desconfianza ante lo que percibe como una trampa.
Fernández, un político experimentado y conocedor de los asuntos internacionales, ha denunciado esta jugada, advirtiendo que el gobierno busca manipular la narrativa para presentarlo como un subordinado si asiste, o como «pro haitiano» si declina.
La estrategia del gobierno es clara: utilizar el tema migratorio para polarizar a la sociedad y posicionar a Abinader como el «salvador supremo» de la patria. Esta táctica no solo busca fortalecer su imagen frente a las pugnas internas en su partido y las críticas de distintos sectores de la sociedad a su gestión, sino también desacreditar a figuras como Fernández, quien ha abogado por un enfoque más reflexivo y dialogado.
Es previsible que, tras la negativa de Fernández a caer en la trampa, los «bots» y voceros del gobierno inicien una campaña para acusarlo de ser blando con Haití, perpetuando una narrativa simplista que evade soluciones reales.
El tema migratorio entre Haití y la República Dominicana es complejo y requiere un abordaje serio, desprovisto de intereses partidistas. La estabilidad de ambos países está intrínsecamente ligada, y las soluciones deben basarse en la cooperación, el respeto a los derechos humanos y el fortalecimiento de las instituciones.
Lamentablemente, mientras el gobierno continúe utilizando este tema como cortina de humo para ocultar sus deficiencias, el diálogo genuino propuesto por Fernández seguirá siendo una utopía. Es hora de que los dominicanos exijamos un debate honesto y responsable, que priorice el bienestar colectivo sobre las ambiciones políticas de turno.