Publicado en Nacionales, hace 5 horas
Santo Domingo.- Las elecciones de 2028 aún parecen lejanas, pero ya varios altos dirigentes del Partido Revolucionario Moderno (PRM), en funciones públicas o electivas, han lanzado públicamente sus aspiraciones presidenciales. Lo preocupante no es la ambición legítima de participar, sino el momento y la manera en que lo han hecho, desafiando el orden político y la estabilidad de la gestión actual. Esta situación demanda una respuesta firme y diferenciada por parte del presidente Luis Abinader.
La vicepresidenta Raquel Peña fue la primera en declarar que sueña con subir las escalinatas del Palacio Nacional como presidenta (Listín Diario, 2024). Le siguió el director de Aduanas, Eduardo “Yayo” Sanz Lovatón, quien reconoció en una entrevista que presentará un proyecto presidencial en el momento oportuno (El Día, 2024). De forma similar, el presidente de la Liga Municipal Dominicana, Víctor D’Aza, oficializó sus aspiraciones mediante una carta a la dirigencia del PRM (El Nuevo Diario, 2024). Carolina Mejía, alcaldesa del Distrito Nacional, fue más allá al difundir un video desde la frontera proponiendo ideas de gobierno (Diario Libre, 2024).
A esta lista se suma Wellington Arnaud, director del INAPA, quien también confirmó públicamente sus aspiraciones presidenciales (Acento, 2024). Todos ellos ocupan funciones ejecutivas claves, lo que implica no solo exposición pública privilegiada, sino también el riesgo de confusión entre gestión y campaña.
Frente a estas acciones, contrasta el comportamiento de otros dirigentes igualmente posicionados en las encuestas, como David Collado o Guido Gómez Mazara, quienes no han oficializado aspiraciones ni utilizado sus cargos para promoverse, respetando así el mandato institucional.
El presidente Abinader, líder del PRM, debe tomar medidas claras: exigir la separación del cargo a quienes se han lanzado sin respetar los tiempos del partido y del gobierno. Pero esta corrección no debe extenderse a quienes han actuado con madurez, esperando los cauces institucionales. No se puede tratar igual a quien respeta que a quien irrumpe.
El PRM debe mostrar que es un partido moderno no solo en nombre, sino en prácticas. La equidad, la disciplina y el respeto a las normas internas deben prevalecer sobre el individualismo político.