Publicado en Todo Incluido, hace 2 semanas
El anuncio del gobierno dominicano de deportar unos diez mil haitianos indocumentados por semana es
Lo primero, es respuesta a la marcada indiferencia de la comunidad internacional frente al drama aterrador de un pais sumido en la pobreza extrema, sin instituciones funcionales y bajo el control de bandas armadas que imponen el terror en la población vecina.
Lo segundo, porque logística y numéricamente es imposible recoger, trasladar hasta el punto de depuración y luego repatriar en corto plazo esa
El negocio, con tarifas encarecidas tras las últimas medidas, sigue activo, burlando la intención y actuación oficial. El plan de deportación debe seguir, y hay que respaldarlo, aunque hay que replantarlo con respecto a gente que está aquí, con trabajo fijo en campos y ciudades, pues hay una amarga y cruda realidad de gran tamaño: la mano de obra haitiana, en la agricultura y en la construcción, especialmente, es indispensable y la que salva la campana ante la negativa de los dominicanos.
O sea, es un mal necesario, créalo. Al punto de que, de no actuarse rápido, ambos renglones de la economía nacional entrarían en una crisis muy peligrosa y sin retorno. Por suerte, el presidente ya dio señales de haberle llegado el mensaje. Cierto que hay que poner control, y que todo ilegal que ande en medio debe ser deportado, incluidas las mujeres traídas solo a parir aquí.
Ahora bien, sin papeles y toda dificultad para conseguirlos, los obreros haitianos con tiempo aquí y con trabajo fijo deben ser dotados de un carné provisional, con foto y huellas biométricas, ubicando el lugar y el empleador, quien los reportaría a Migración si se van del sitio.
Aun sin certeza del nombre, con el apodo, la foto y las huellas digitales habría más que ahora, que no hay nada, para la localización. ¡Volvemos!