Publicado en Todo Incluido, hace 6 horas
Luis Castillo
Eduardo Galeano contaba una fábula: un día, en un restaurante, el cocinero reunió a todos los animales que serían cocinados y les preguntó con qué salsa preferían ser preparados. Una gallina vieja, con experiencia y voz social, respondió: “yo no quiero ser cocinada”. El cocinero, indiferente, contestó: “eso está fuera de orden”.
Hoy, señor presidente Luis Abinader, quiero decirle lo mismo: estamos fuera de orden. El pueblo dominicano no quiere seguir siendo cocinado. Ni con salsa verde, ni con salsa roja, ni con la salsa de los parchos administrativos que usted anuncia cada vez que cambia funcionarios para “lavarle la cara” a instituciones marcadas por la corrupción o la ineficiencia. Lo que queremos es que se elimine el cartel eléctrico que ha secuestrado por décadas la vida nacional.
Usted habla de transparencia, eficiencia y servicio ciudadano, pero la realidad es que detrás de cada apagón, detrás de cada factura abusiva, detrás de cada crisis energética que se presenta justo en momentos políticos claves, se mueve un negocio multimillonario. ¿O acaso es casualidad que el 16 de agosto, día grande para la República Dominicana y aniversario de su primer año del segundo mandato, la nación quedara sumida en un apagón? Eso no fue coincidencia, fue oportunismo. Una crisis fabricada para justificar aumentos y seguir enriqueciendo a los mismos grupos de siempre.
El pueblo sabe, señor presidente, que hay nombres, empresas y familias que controlan tanto la generación como la distribución, vendiéndole energía al propio Estado. Es un modelo de terrorismo comercial: nos arrodillan con la oscuridad y luego nos venden la luz más cara, como si fuera un favor. Y mientras tanto, usted se limita a mover fichas en el tablero gubernamental, como si cambiar de puesto a los jugadores fuera suficiente para transformar el juego.
La verdad es otra: los cambios recientes en INABIE, Promesecal y Senasa no atacan el problema de fondo. Son ajustes administrativos que no tocan las raíces de la corrupción ni los carteles que drenan al Estado y al pueblo. La gente lo percibe, presidente, y empieza a arrepentirse. Sí, arrepentirse de haberle entregado su voto con la esperanza de que usted sería distinto.
Pero todavía está a tiempo. Todavía puede ser el presidente que se enfrenta al cartel eléctrico y que rompe ese círculo de complicidad que ha hecho de la energía un negocio privado disfrazado de servicio público. Todavía puede escuchar al pueblo, hablar con él y preguntarle, como el cocinero de Galeano, si quiere ser cocinado o no. La diferencia es que nosotros, los ciudadanos, no queremos ser cocinados. Queremos ser libres de la mafia eléctrica, de la corrupción institucional y de la indiferencia gubernamental.
Señor presidente, salga de ese clóset político, deje de escuchar solo a su entorno y escuche a la gente. Si lo hace, podría pasar de ser una decepción a convertirse en una inspiración real. De lo contrario, su legado será el de otro gobernante más que tuvo la oportunidad de hacer historia, pero prefirió administrar parches en lugar de desmontar carteles.
El tiempo corre, y el 16 de agosto, símbolo de independencia, restauración y democracia, no puede seguir siendo manchado por la sombra de los apagones ni por la luz falsa de los intereses económicos que usted está llamado a enfrentar.