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Tambores pueblerinos y cantos de sirena

Publicado en Todo Incluido, hace 5 horas

Cuando los pueblos empiezan a cantar los problemas sociales que le aquejan o le molestan, hay que prestarle atención a sus reclamos y denuncias. Son muchos los gobiernos y presidentes que han cometido el error de ignorarlos y al momento de reaccionar ya es demasiado tarde. Solo tenemos que revisar nuestra historia para corroborar lo que estoy planteando.

En América Latina y el Caribe, como en otras regiones del mundo, la historia está llena de ejemplos donde la música, el arte y especialmente el canto popular, han sido vehículos poderosos que sirven de transporte para denuncias generales y expresiones colectivas.

Los pueblos que cantan sus dolores, carencias y luchas, no lo hacen solo por entretenimiento, sino porque a veces es el único espacio de libertad de expresión que les queda para alzar su voz. Ignorar esas manifestaciones artísticas y culturales como simples e inofensivas ha sido una equivocación repetida por muchos gobernantes.

El canto popular a través del rap, el reggae, la bachata, el merengue, la salsa e incluso el corrido mexicano, suele ser un termómetro de la realidad social que se vive en el momento, una vez que esa voz se vuelve viral y más en la Era de las redes sociales.

Cuando miles y millones de voces repiten el mismo reclamo, no es solo una canción sino más bien una advertencia, tal como ha ocurrido con el nuevo tema musical del rapero Shelow Shaq titulada «Ta de Pinga», la cual recoge el sentimiento, la molestia y el enojo de los dominicanos con las normas y reglas establecidas por el presidente Luis Abinader y la ministra de Interior y Policía, Faride Raful, incautando bocinas y cerrando negocios de expendio de bebidas alcohólicas de manera arbitraria e imprudente.

La historia siempre nos confirma que cuando los líderes políticos se dan cuenta y aceptan la magnitud del descontento de un país manifestado a través de tambores pueblerinos, cantos de sirena, marchas en las calles o protestas en los parques, a menudo ya es demasiado tarde para evitar la ruptura o el estallido social.

Descontento

El manejo y las decisiones tomadas por el Gobierno del mandatario Luis Abinader y la ministra de Interior y Policía, Faride Raful, es evidente que han desencadenado y generado rechazos en toda la población dominicana. El repudio de las medidas adoptadas por la administración del gobernante Luis Abinader y la funcionaria Faride Raful, reflejan un sentir que merece atención y análisis.

Si una figura pública que está en un cargo tan delicado y sensitivo como el del Ministerio de Interior y Policía, genera disgusto, repercusión y odio generalizado, es crucial entender las causas detrás de esta negativa: ¿Se debe a órdenes imprudentes, a una desconexión con la realidad, tacto, estrategia o falta de una comunicación efectiva que concientice, eduque y haga entender a la ciudadanía que las disposiciones implementadas están dirigidas a garantizar la seguridad ciudadana y derechos fundamentales?

En contextos como el de la República Dominicana, donde la seguridad de los ciudadanos, el control de armas, la gestión policial y la convivencia social son temas sensibles y urgentes, las acciones del Ministerio de Interior y Policía tienen un impacto directo y profundo en la vida cotidiana.

Si la población siente que los preceptos adoptados no abordan sus preocupaciones, demandas y necesidades, o peor aún, que las agravan, el descontento se convierte en una señal clara de que se necesita rectificar las medidas, replantear el objetivo que se persigue, escuchar más y gobernar con mayor cercanía y mejor integración de la gente poniendo el oído en el sentir del pueblo, para de esta forma ayudarlo a evidenciar sus problemas y hacerlo parte de la solución, que en definitiva es lo que las autoridades deben lograr.

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