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Un Grito Silencioso en el Hogar Dominicano – Poniendo Fin a la Violencia Infantil Parental

Publicado en Editorial, hace 3 horas

La República Dominicana, tierra de sol, alegría y calor humano, se ve empañada por una sombra dolorosa y persistente: la violencia contra nuestros niños y niñas a manos de quienes deberían ser sus principales protectores, sus propios padres. Este es un problema que, aunque a menudo ocurre a puertas cerradas, resuena en las estadísticas, en los hospitales y, lo que es más trágico, en las vidas truncadas de aquellos que apenas comienzan a vivir. Es hora de que, como sociedad, rompamos el silencio y actuemos con determinación.

Las noticias de infantes golpeados, abusados y, en los casos más extremos, asesinados por sus progenitores, son alarmantemente frecuentes en nuestros titulares. Estas no son meras cifras; son vidas robadas, inocencias destrozadas y heridas que, si no acaban con la vida, marcan el alma para siempre. La violencia intrafamiliar contra los menores es un caldo de cultivo para futuros problemas sociales, perpetuando un ciclo de agresión que se transmite de generación en generación. Los niños que sufren maltrato tienen más probabilidades de desarrollar problemas de salud mental, bajo rendimiento escolar, dificultades en sus relaciones interpersonales y, trágicamente, de repetir el patrón de violencia en su vida adulta.

¿Qué nos dice esta cruda realidad sobre nosotros como sociedad? Nos dice que estamos fallando. Fallamos en la educación sobre crianza positiva y disciplina sin violencia. Fallamos en la detección temprana de situaciones de riesgo y en la provisión de redes de apoyo efectivas para las familias. Fallamos en garantizar que la justicia actúe con la celeridad y la firmeza necesarias para proteger a los más vulnerables y castigar a los agresores. Y, lo más importante, fallamos en reconocer que la protección de nuestros niños es una responsabilidad colectiva, no solo individual.

Abordar esta problemática requiere un enfoque integral y multisectorial. En primer lugar, es imperativo fortalecer los programas de educación parental. Necesitamos enseñar a los padres herramientas de disciplina positiva, manejo del estrés y resolución de conflictos que no involucren la violencia. Las charlas, talleres y campañas de concientización deben ser accesibles en todas las comunidades, llegando a todos los estratos sociales.

En segundo lugar, debemos robustecer las instituciones encargadas de la protección infantil, como el CONANI y el Ministerio Público. Esto implica dotarlas de mayores recursos humanos y económicos, capacitar a su personal en la detección y abordaje de casos de maltrato, y garantizar que las denuncias sean investigadas de manera exhaustiva y expedita. La impunidad solo alimenta el ciclo de la violencia.

Asimismo, es crucial fomentar una cultura de denuncia. Muchas veces, el miedo, la vergüenza o la falta de conocimiento impiden que vecinos, familiares o incluso los propios niños busquen ayuda. Debemos garantizar canales seguros y confiables para denunciar el maltrato, protegiendo la identidad de los denunciantes y ofreciendo apoyo a las víctimas.

Finalmente, y quizás lo más importante, debemos cambiar nuestra mentalidad como sociedad. La violencia contra los niños no es un asunto privado de cada familia; es un problema de salud pública y de derechos humanos que nos concierne a todos. Los niños son nuestro futuro, nuestra esperanza. Su bienestar debe ser nuestra prioridad número uno.

Es tiempo de que el grito silencioso de los niños maltratados resuene en nuestras conciencias y nos impulse a la acción. Es tiempo de que, como padres, como vecinos, como ciudadanos y como nación, nos unamos para construir una República Dominicana donde la infancia sea sinónimo de protección, amor y desarrollo pleno. Rompamos el ciclo de la violencia. Por nuestros niños, por nuestro futuro.

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