El cerebro es probablemente el órgano más complejo entre los integrantes de la anatomía humana. Conocemos estructuras tan vitales como los riñones, el hígado, el tubo digestivo, el aparato cardiorrespiratorio y la piel. Todos ellos son sumamente importantes en la función integral del cuerpo. Sin embargo, el sistema nervioso central es el responsable de recibir, analizar, interpretar y responder adecuadamente a las señales que nos llegan a través de los sentidos. El encéfalo es una maquinaria biológica en constante alerta que nos mantiene activos tanto de manera consciente como desde el inconsciente. Incluso cuando dormimos, se mantiene activa la función nerviosa. La neurogénesis es una de las propiedades que aparecen en el embrión, continúan en el feto y no se detienen en la vida posnatal. La administración de ácido fólico a la mujer embarazada previene la aparición de defectos congénitos del tubo neural. Al momento del nacimiento, la corteza cerebral está inmadura, por lo que una adecuada alimentación y estímulos oportunos ayudan al crecimiento proporcional y óptimo de la mente y el cuerpo. La rápida evolución y desarrollo tecnológico del mundo moderno representan un reto para el Homo sapiens. La velocidad del cambio generado por la explosión computacional en la vida social y cultural humana representa un desafío para la convivencia natural de la humanidad actual. Vivimos una descomunal revolución cognitiva. La metodología de la enseñanza se torna obsoleta, al igual que los objetivos del aprendizaje. La novedad presente se vuelve anticuada frente a nuestra vista. Las computadoras ordinarias son capaces de responder a velocidades tan rápidas que dejan boquiabierto al más veloz de los matemáticos. La informática, con su gran capacidad para manejar e interpretar millones de datos en escasos segundos, compite con el poder de la mente.
¿Qué debemos enseñar a la actual generación y cómo sería el diseño para la gente nueva que entra al mundo en el siglo XXI? El conocimiento envejece en horas, y lo viejo resulta sepultado por la ola desarrollista de la computación cuántica. La física y la química de las micropartículas necesitan ser reinterpretadas a la luz del comportamiento de las fracciones del átomo. La psicología se pone en apuros cuando, dentro de la nueva lógica, decimos que alguien puede estar vivo y muerto a la vez. Dormir despierto parece una locura. Descifrar las emociones a través de la lectura de imágenes captadas por equipos de resonancia magnética con glucosa radioactiva parece una película de fantasía. Está cambiando el sentido de la vida a una velocidad tan rápida que no tenemos siquiera tiempo de reflexionar acerca de lo bueno y lo malo de tal situación. ¿Estamos creando un Frankenstein real en la era de la inteligencia artificial? ¿Es real lo que ven nuestros ojos o se trata de imágenes creadas por las redes neuronales profundas? ¿Son ciertas las informaciones sonoras y visuales reflejadas en las pantallas de nuestros teléfonos inteligentes? Vivimos en un mundo virtual con un bombardeo continuo de datos previamente integrados para inducir una manera específica de reacción. Nos han programado la vida y diseñado la muerte. ¿Queréis saber cuánto vais a vivir y cuándo vais a morir en el mundo moderno?
La respuesta nos la dan los programadores de la inteligencia artificial.