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Deportaciones y aranceles: un posible bumerán

Publicado en Todo Incluido, hace 2 días

En línea con sus promesas de campaña, el presidente Donald Trump y su equipo han comenzado a repatriar inmigrantes indocumentados.

Tope no es pelea.

Cuando creíamos que le había salido un verdadero gallo al manilo de Donald Trump y que estábamos ante las puertas de una buena pelea de picos y espuelas, el kikiriki de Gustavo Petro cantó como gallo, pero puso como gallina.

Colombia, al negarse a recibir dos aviones con colombianos deportados alegando que no se respetaba la dignidad de los expatriados por haberlos esposados de pies y manos como criminales, ha sido el primer país sancionado con un arancel del 25% a las importaciones estadounidenses.

Los colombianos respondieron inmediatamente estableciendo un impuesto de 50% a los Estados Unidos. Todo este breve escarceo terminó en bulto y allante, al final el presidente colombiano aceptó los términos del mandatario estadounidense.

Aranceles y deportaciones

Esta combinación de deportaciones y aranceles crea un problema espinoso para las naciones afectadas. Por un lado, los inmigrantes deportados constituyen una parte esencial de los emisores de remesas a sus respectivos países. Al ser devueltos a sus lugares de origen, cesarán los envíos, dificultando el equilibrio del presupuesto nacional sin esas divisas.

Si a esto le agregamos que las sanciones arancelarias, sin duda provocarán cierres de compañías exportadoras con el consiguiente despido de trabajadores, podemos inferir que estos expatriados intentarán regresar a Estados Unidos por cualquier medio, posiblemente acompañados de algunos de los receptores de esos efectivos, con lo que se incrementaría el problema en vez de erradicarlo.

Durante muchos años, Estados Unidos ha intentado resolver el problema de la inmigración ilegal en su territorio, pero no ha indagado en las causas fundamentales.

Siguen dando vueltas en una noria interminable que no los llevará a ninguna parte. Creemos firmemente que sancionar a los gobiernos con altos aranceles y bloqueos solo consigue aumentar la miseria de los pueblos y, consecuentemente, incrementar el número de personas que desean abandonar esos países. Cuba y Venezuela son dos claros ejemplos en el continente americano.

Expatriaciones e impuestos: Consecuencias geopolíticas

Con estos dos nuevos elementos, que se suman a los bloqueos, creemos que Estados Unidos está empujando a esas naciones    a acercarse al BRICS (Unión comercial de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Ya México, Nicaragua, Uruguay, Colombia y Venezuela han expresado su deseo de integrarse al bloque. De hecho, en octubre de 2024, se informó que Bolivia y Cuba fueron invitados a participar como «países socios».

Los chinos no han desaprovechado esta oportunidad y han establecido relaciones con casi todos los países de América. Han comenzado a instalar, principalmente en México, ensambladoras de autos. Debemos destacar que, de las diez compañías más grandes de productores de vehículos eléctricos, la segunda (BYD) y la tercera (GAC Aion) son empresas chinas.

Es hora de que EE. UU. revise su política exterior, poniendo énfasis en las sanciones aplicadas a diferentes naciones que hasta ahora no han conseguido los resultados esperados. Lo mismo ocurre con las migraciones ilegales: no se trata de cerrar la frontera y poner a las Fuerzas Armadas a vigilarlas 24/7.

El problema se resuelve abriendo oportunidades de trabajo en los países emisores de migrantes, para que no tengan la necesidad de salir de sus lugares de origen a formar caravanas con el objetivo de llegar a Estados Unidos.

La comunicación audio visual instantánea de la que disfrutamos en estos tiempos nos muestra con crudeza la iniquidad en la distribución de las riquezas del mundo, pues, existen lugares donde hay alimentos hasta para desperdiciar, como en los Estados Unidos, entretanto, en otros, las personas pasan hambre. Mientras esto siga sucediendo, no hay forma de detener las migraciones.

El ser humano era nómada hasta que aprendió a sembrar, cosechar sus comestibles y a domesticar animales. En ese momento se detuvo su deambular sin rumbo fijo y comenzó a establecerse en lugares específicos, ya que podían cultivar sus propios alimentos y criar animales aptos para su alimentación, reduciendo la necesidad de desplazarse constantemente en busca de recursos. Esa situación ha continuado así, con ligeras variantes, hasta nuestros días.

Si los salvadoreños, hondureños y guatemaltecos, el llamado «Triángulo Norte», tuvieran en sus respectivos países la seguridad alimentaria, social y educacional que tienen los panameños y los costarricenses, esas caravanas dejarían de existir.  Erradicando las causas, eliminamos el problema.

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