Publicado en Editorial, hace 5 años
A lo largo del libreto reformador de la Constitución han estado en exhibición las intenciones y capacidades intrínsecas del poder para aglutinar respaldo congresual “por los medios que sea”; con un legislador de la causa proclamando que “aquí todos nos conocemos y no somos suizos”, una forma de echar a un lado los imperativos de moralidad, ética y legalidad que deben reinar en funciones legislativas. La “aplanadora” del boschismo del 63 nunca hizo residir su poderío en el dinero.
De existir cabal vigencia de respeto a valores y principios y de interés por perseguir sobornos más allá de los de Odebrecht, tal “confesión de parte” (casi con relevo de pruebas) habría hecho temblar la actual sede de Themis; y los guardianes de la honra pública y del imperio de la legalidad dieran señales de vida.